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• Islas de Auckland
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Fecha Actividad Tramo Distancia (Km) Asc. Acc. (m) Desc. Acc. (m) 5-Dic-18 Excursión De Claris al refugio Kaiaraara 19.9 436 397 6-Dic-18 Excursión Del refugio Kaiaraara al refugio Mt. Heale 17.4 669 298 7-Dic-18 Excursión Cañón Windy 9.3 530 518 8-Dic-18 Excursión Del refugio Mt. Heale a Claris 8.9 51 429
Durante los dos días que estamos en la isla de Waiheke no para de llover. Lo único destacado es la visita al restaurante de una de las bodegas de vino. El cordero absolutamente delicioso pero el vino mejor el Rioja.
El día que nos vamos de Waiheke, nos levantamos antes de las 5 de la mañana para coger el ferry de las 6. En media hora estamos en el puerto de Auckland. En 40 minutos llegamos pedaleando a nuestro AirBnB, donde reorganizamos las mochilas. Nos vamos a comprar provisiones y en Uber hacia el aeropuerto de vuelos nacionales. La avioneta que nos lleva a la isla Great Barrier (Aotea en Maorí) puede llevar 8 pasajeros más el piloto. Al bajar del carrito de golf que nos lleva de la terminal a la avioneta, la mujer de la otra pareja que vuela con nosotros pone cara de miedo. Una vez en el aire, cada vez que hay una turbulencia, le agarra fuertemente la mano a su compañero. Al cabo de unos cuantos bajones se acostumbra y empieza a disfrutar del viaje. Sobrevolamos Waiheke, donde hemos cogido el ferry hace unas horas, pero el cielo está encapotado y la visibilidad no es buena. Al llegar a Aotea empieza a llover, justo durante la maniobra de aproximación. Podemos ver la pista de aterrizaje entre dos franjas de hierba. El piloto empieza a descender enfilando la franja de hierba de la derecha. La mujer de la otra pareja empieza a ejercer presión sobre la mano de su compañero. Seguimos descendiendo y el piloto no corrige la orientación. Oímos crujir los metacarpos del compañero. Aterrizamos sobre la hierba. El piloto se gira y casi con una sonrisa maliciosa nos informa de que el aterrizaje se hace sobre la hierba porque es más suave para las ruedas.
Hacemos los últimos preparativos en el microaeropuerto de Claris y empezamos nuestra excursión a pie. Los primeros 6 Km siguen la carretera y no tienen ningún atractivo. Nos desviamos por la pista forestal y empezamos a subir por el camino que nos llevará hasta el refugio Kaiaraara, donde pasaremos la primera noche. La pista es un antiguo camino usado por los taladores de kauris, ahora mantenida por el DOC. Como siempre la variedad del bosque es asombrosa. Dominan los tea tres (árboles de té), kauris jóvenes, árboles helecho y las palmeras pero el sotobosque es infranqueable.
Desde el mirador Maungapiko se ven las cimas de la isla. Varios de los picos acaban en roca desnuda y puntiaguda que la vegetación no ha conseguido colonizar. Otro desvío de la pista nos acerca a dos kauris de tamaño significante que se salvaron de la tala. Los paneles informativos nos educan sobre su sistema de reproducción, común con las otras coníferas. Las piñas macho son más pequeñas y generan el polen. Las hembras son esféricas y producen las semillas cuando son geminadas por el polen. Las macho se encuentran normalmente en ramas superiores a las hembras para facilitar la polinización.
Al cabo de 20 km. llegamos al refugio que compartimos con un grupo de jóvenes. Ha sido un día muy largo así que nos hacemos la cena y a dormir.
En teoría, nuestra segunda jornada del camino Aotea es corta, lo cual nos hubiera ido bien para recuperarnos de la paliza de ayer, pero una serie de inconvenientes hace que sea otra jornada dura. Todavía ignorantes de lo que nos espera, antes de empezar, damos un paseo hasta la playa cercana desde donde se ve la bahía Fitz Roy, uno de los puertos a los que llega el ferry. En la playa hay una pareja de brown teals, una especie de pato amenazado que sólo habíamos visto en las señales de tráfico. Nos volvemos al refugio y empezamos la ruta hasta el refugio del Monte Heale, donde dormiremos esta noche. Habíamos decidido ir por la ruta South Fork pero el mapa del GPS y la realidad no coinciden así que tenemos que volver atrás para intentarlo por otra variante. Este segundo camino debería cruzar el río que pasa por el refugio pero aguas arriba. Después de la última marca visible remontamos la orilla del río pero el sendero ha desaparecido en nuestra orilla y no se ve nada en la opuesta. En ese momento nos cae el primer chaparrón del día. Nos refugiamos bajo un helecho gigante mientras nos ponemos el Gore-Tex y esperamos pacientemente. Este segundo intento de seguir la South Fork también se ha complicado y con la lluvia que cae decidimos ir a lo seguro y seguir el camino oficial entre refugios. Así que nos volvemos por segunda vez al refugio de anoche. Para cuando pasamos por él, ya llevamos 9 Km y ¡es como si empezáramos ahora!
Después de un reset mental empezamos a seguir el Kaiaraara dam track, el camino oficial. Nos estamos adentrando en el corazón de la isla. A nosotros nos parece imposible que se pueda caminar fuera del camino por las pendientes, la espesura del bosque y por los acantilados que bajan de las cimas rocosas. Sin embargo, esta zona fue desforestada de kauris hace un siglo. Parece impensable andar talando árboles gigantes y moviéndolos de un lado a otro. El sendero pasa cerca de los restos de una presa de madera utilizada por la empresa de tala. Durante meses los taladores acumulaban los troncos de kauris en la presa mientras está se iba llenando de agua. Cuando tenían suficientes troncos, abrían la compuerta móvil y los troncos gigantes bajaban por el río arrasando con todo hasta las llanuras, desde donde se acababan de transportar hasta el mar. Allí se ataban unos a otros y se remolcaban hasta las madereras de Auckland. Desgraciadamente, de esta presa sólo queda la base. En el 2014 cayó una tormenta muy fuerte justo en este área y la destruyó casi por completo. Quizás esa tormenta también se llevó el sendero South Fork.
El camino pasa por varias zonas donde ha habido derrumbes. Es ahí donde tenemos mejores vistas y se ve cuan agreste es la orografía de la isla. Esta tercera variante pasa por la cumbre del Monte Hobson (Hirakimata), la más alta de la isla. Nosotros la teníamos planeada para mañana pero por el cambio de itinerario nos toca subirla hoy. El terreno es tan abrupto y la pendiente tal salvaje que el DOC ha construido escaleras para hacerlo asequible. No los hemos contado pero estamos hablando de unos cuantos miles de peldaños. Sin exagerar.
En el último tramo hasta la cima las escaleras están elevadas del suelo y conectadas entre ellas por plataformas de manera que siempre estamos como a un metro de tierra. Todas estas estructuras se han construido para proteger la zona de anidación del petrel negro. Estas aves están clasificadas como vulnerables y sólo anidan cerca de la cima del Hirakimata y en la isla Little Barrier, enfrente de la nuestra. Los petreles negros vuelven cada año desde Australia, Méjico o Ecuador para poner un huevo en el mismo agujero bajo tierra. Los gatos asilvestrados y los jabalíes introducidos por el hombre se comen los huevos, los polluelos y hasta los adultos si los pillan. Según nos han contado, cuando llegan de su viaje transoceánico, están tan agotados que simplemente se estrellan contra los matorrales y están unos minutos tiesos en el suelo recuperándose. Durante la época de anidación ambos padres hacen turnos para ir a pescar durante varios días y regresan al nido con la barriga llena de pescado y calamar. El cambio de turno sucede de noche. Como muchos otros de los animales neozelandeses, si quieres ver a los petreles negros tiene que ser de noche.
La vista desde la plataforma en la cima del Hirakimata no es todo lo espectacular que podría ser. La visibilidad no es buena y el día gris. Continuamos por más escaleras hasta el refugio Mt. Heale. No hay nadie, es para nosotros solos. Además está mejor equipado que el de Kaiaraara y tiene grandes ventanales orientados al Oeste, mirando directamente a la isla Little Barrier. Dentro hace frío pero acomodamos unos cuantos bancos delante de la ventana, ponemos un colchón encima y nos acurrucamos en los sacos de dormir a esperar la puesta de sol.
En nuestro tercer día de ruta, el sol reluce esplendorosamente. La caminata hacia el Windy Canyon pasa otra vez por el Hirakimata y hoy sí la vista es magnífica en cualquier dirección. Podemos ver una bahía en la costa Oeste y dos en la Este. El manto de bosque sólo queda interrumpido por el mar, desgarrado por los derrumbes de tierra o agujereado por los picos rocosos. El Windy Canyon en cambio no es ninguna maravilla. Hoy sí hemos contado los escalones y entre subidas y bajadas han sido 4140. O sea que ayer seguro que fueron más de 5000. Cuando llegamos de nuevo al refugio Mt. Heale hacemos como los petreles negros. Nos dejamos caer sobre el balcón soleado y ahí nos quedamos tiesos, con movimientos convulsivos en las piernas, como si nos dieran descargas eléctricas. La agradable sensación del sol despierta los instintos reptilianos y empezamos a desnudarnos para que nos caliente directamente la piel. ¡Qué placer!
Al día siguiente las agujetas son aún peores. Los cuádriceps y los glúteos están bien, seguramente por los 1000 km de bici que ya llevamos, pero los gemelos son un amasijo de fibras musculares muy doloridas. La bajada del refugio al aeropuerto tiene unos cuantos cientos de escalones más y las agujetas los convierten en un calvario. Las caderas se desencajan a cada escalón para mitigar los pinchazos. Es como llevar a Robocop acompañándote por la montaña. Por supuesto, cuando nos cruzamos con algún otro excursionista sonreímos y hacemos un esfuerzo titánico por andar normal.
El recorrido pasa por un bosque de tea trees altísimos, de unos 20 metros. Los primeros europeos le pusieron ese nombre porque utilizaban sus hojas como sucedáneo del té. El nombre maorí es manuka o kanuka, dependiendo de la especie. Estos árboles fueron considerados como una mala hierba por los colonos. Sin embargo, hoy en día vuelven a tener gran valor por sus supuestas propiedades antibacterianas y antimicrobianas. La miel de manuka también es muy preciada.
A medida que perdemos altura la vegetación se hace más tropical. Aparecen las palmeras y las yucas y desaparecen los kauris. Rodeamos unos humedales donde abundan una especie de juncos y otras plantas acuáticas. Llegamos a uno de los puntos señalados de hoy: un riachuelo con aguas termales. Tenemos la esperanza de que sus aguas sean milagrosas y curen nuestros males. El agua está templada, es rica en azufre y plata, pero totalmente inútil para nuestras agujetas. Todavía nos queda una hora hasta la carretera y después otra hora y pico hasta el aeropuerto. Al llegar a la carretera vemos acercarse un Land Rover destartalado y como un impulso ordenado por el hipotálamo, nuestros brazos se extienden hacia él con los pulgares tiesos. El 4x4 se detiene y ¡nos lleva al aeropuerto! Una vez más damos gracias a la amabilidad neozelandesa.
Nuestra siguiente aventura será en Australia, donde nos encontraremos con una pareja de nuestro equipo de rescate y alguno de sus amigos australianos para hacer algunos cañones en las Blue Mountains.
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