Álbum de fotos:
• Tongariro NP y Coromandel
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Fecha Actividad Tramo Distancia (Km) Asc. Acc. (m) Desc. Acc. (m) 26-Abr-19 Bici De Wellington a Upper Hutt 37.7 99 50 27-Abr-19 Bici De Upper Hutt a Martinborough 63.2 425 473 28-Abr-19 Bici De Martinborough a Masterton 45.1 168 74 30-Abr-19 Bici De Masterton a Eketahuna 47.9 349 225 1-May-19 Bici De Eketahuna a Ashhurst 62.4 434 595 2-May-19 Bici De Ashhurst a Apiti 59.3 875 471 3-May-19 Bici De Apiti a Mangaweka a Waiouru 41.2 484 607 4-May-19 Bici De Waiouru a National Park Village 63.6 464 444 5-May-19 Excursión Tongariro Alpine crossing 21.7 464 959 6-May-19 Bici De National Park a Turangi a Tauranga 50.8 372 822 7-May-19 Bici De Tauranga a Waihi beach 58.2 385 384 8-May-19 Bici De Waihi beach a Whangamata 39.4 439 440 9-May-19 Bici De Whangamata a Hot water beach 61.8 585 600 10-May-19 Bici De Hot water beach a Cathedral cove and back 19.9 325 325 11-May-19 Bici De Hot water a Coromandel town a Auckland 63.3 548 553 Total 735.5 6763 7022
Salir de las grandes ciudades en bici siempre es complicado y Wellington no es una excepción. Según nuestro mapa, debería ser fácil y sin riegos, pues muestra un carril bici dedicado paralelo a la autopista. Lo extraño es que vamos por el lado opuesto a lo que se podría esperar. A la izquierda tenemos los coches que nos vienen en sentido contrario y a la derecha la vía del tren. El ruido es molesto pero damos gracias de no tener que pedalear en el arcén de la autopista. Al cabo de un par de quilómetros, vemos que por el arcén se acerca un ciclista en dirección opuesta a la nuestra. ¡Está loco! ¡Nosotros nunca pedalearíamos por el arcén de una autopista! No encontramos explicación a que no utilice el carril bici y seguimos adelante. Al cabo de unos minutos, otro loco que va hacia Wellington por el arcén. Al cabo de 1 km, nuestro carril bici desemboca en el arcén de los locos. No entendemos nada, pero ni hablar de pedalear en el arcén con los coches y posiblemente otros locos viniendo de cara. Damos la vuelta y regresamos al punto de inicio del carril bici. Durante este trayecto vemos que también hay tarados en bici saliendo de Wellington por el arcén de los carriles de salida. En unos minutos va a haber dos locos más (¡nosotros!). La experiencia no es nada agradable. Mientras los coches y los camiones pasan a toda velocidad, nosotros pedaleamos lo más rápido que podemos en un arcén con bicicletas pintadas en el asfalto cada pocos cientos de metros. Uno se pregunta si son para indicar que ese arcén es un carril bici o en recuerdo de ciclistas atropellados (similar a las siluetas de kiwis - el pájaro - que hemos ido viendo pintadas en varias de las carreteras del país). Por suerte sólo son unos pocos quilómetros y a la primera salida que podemos nos salimos de la autopista.
El objetivo de este primer día del recorrido entre Wellington y el parque nacional Tongariro era demasiado agresivo. Queríamos cruzar la cordillera Remutaka para dormir en los viñedos de Martinborough. La pérdida de tiempo y el estrés de la autopista hacen que nos replanteemos la etapa de hoy para quedarnos a dormir en un camping de Upper Hutt. Cuando llegamos a la localidad vamos a hacer un café, antes de dirigirnos al camping. En la cafetería compartimos mesa con una pareja de locales. Entablamos una conversación ligera y acaban invitándonos a cenar y dormir en su casa. Otro ejemplo de la hospitalidad kiwi.
La ciclovía que cruza la cadena montañosa es una antigua vía férrea. Las pendientes son suaves y el terreno firme, así que, a pesar de la subida, avanzamos a buena velocidad. La ciclovía Remutaka incluye varios túneles en los que hay que utilizar frontal, pues no están iluminados.
A parte del atractivo de los viñedos y las numerosas opciones de cata de vinos, las poblaciones de este valle también son famosas por sus casas victorianas y calles con edificios de esa época muy bien conservados.
Nuestra ruta sigue hacia el Norte y entramos en la región de Wanganui-Manawatu. Ahora vamos siguiendo la ciclovía Manawatu que pasa por carreteras muy secundarias entre granjas de ovejas y vacas. Las poblaciones que pasamos son muy pequeñas y están separadas decenas de quilómetros. En Eketahuna nos hospedamos en el “hotel” del pueblo. Tenemos suerte, pues esta noche hay una oferta de 2 por 1 en el bistec con patatas. Por 10 dólares neozelandeses por persona nos traen un plato desbordante en el que el bistec está a caballo entre las patatas fritas y la ensalada. Mientras cenamos empieza a llover otra vez. Por el rabillo del ojo descubrimos que hay una gotera a menos de un metro de la mesa. Cae desde una mancha negra en el techo en la que no habíamos reparado. Esperemos que no haya goteras en nuestra habitación… Las bicis duermen en el pasillo que lleva a las habitaciones y nosotros en la habitación número 7. Una alfombra gastada y descolorida cubre prácticamente la totalidad de la habitación, probablemente para tapar una moqueta roída. La ventana, que da a la calle, no ajusta bien y el viento helado que entra hace balancear una cortina rígida como el cartón. Pero tenemos calefacción y un montón de mantas de esas que pesan un quintal. Además, el colchón es térmico. Se supone que lo puedes enchufar a la corriente y se calienta. Por si acaso, viendo las condiciones de mantenimiento del local y con la lluvia que sigue cayendo, preferimos no enchufarlo, no sea que amanezcamos electrocutados.
En Apiti acampamos en el jardín de la taberna del pueblo. Por supuesto, cenamos en la taberna donde nos preparan unas hamburguesas con de todo, hasta huevo frito. La dueña está preocupada por el frío que va hacer esta noche y nos pregunta si queremos llevarnos unas mantas a la tienda. A la mañana siguiente no salimos del saco hasta que el sol pega en una parte del jardín y allí nos vamos a desayunar. Parecemos lagartos calentándonos después de una noche fría. Hasta ahora habíamos ignorado el otoño. Pero las noches frías, los días cortos y sobretodo los colores de los árboles caducos nos obligan a admitir que ya estamos más cerca del invierno que del verano. A las 9 aparecen los dueños de la taberna y nos ponemos a charlar con ellos durante un buen rato.
Finalmente nos ponemos en marcha. La ruta sigue subiendo y bajando para cruzar las gargantas de los ríos en nuestro camino. Cuando llegamos al punto más alto de la ciclovía, nos sorprende la vista. El volcán Ruapehu, el pico más alto de la isla, domina el horizonte. Su cara Sur está nevada hasta media altura, una pista más de que el invierno se acerca. También nos indica lo cerca que estamos ya del parque nacional Tongariro, nuestro siguiente objetivo.
El final de la ciclovía Manawatu es en la localidad Mangaweka, en la nacional 1. Aquí no hay escapatoria por carreteras secundarias. Hemos leído que el arcén en esta zona de la nacional es muy estrecho e incluso inexistente en algunos tramos, así que en lugar de pedalear nos subimos a un autobús hasta Waiouru. Waiouru es un asentamiento para dar servicios al importante campamento militar cercano pero tiene un motel que nos viene perfecto para pasar la noche. Ahí finalmente nos comemos las verduras cocinadas con especies que llegamos cargando desde Wellington, durante 4 días. La temperatura durante la última semana no ha superado los 15 grados centígrados, así que podríamos decir que no han salido del refrigerador.
A partir de Waiouru los volcanes son los protagonistas del resto de este capítulo. Nos va a llevar un par de días rodear el parque nacional Tongariro por el Oeste. Durante las primeras horas del primer día, a pesar de ser soleado, tenemos que usar los guantes largos y la chaqueta de Gore-tex por el frío. Es uno de esos días en que pedaleas con el cuello retraído para poder hundir la nariz, que no para de moquear, en el cuello de la chaqueta. Uno de esos días en que odias las bajadas, porque los dedos se vuelven insensibles, te lloran los ojos y los escalofríos no paran de corretear por la espalda. Lo peor son las zonas de sombra, ahora más frecuentes porque el sol está mucho más bajo. Nuestro día se acaba en National Park Village, donde una larga ducha de agua caliente nos hace olvidar los tiriteos del día.
National Park es el punto más cercano a la salida de la excursión que cruza parte del parque nacional Tongario. La Tongariro alpine crossing es la caminata más popular del parque. Estamos fuera de la temporada recomendada para hacerla. Nosotros llevamos varios días monitoreando la previsión meteorológica, pues aquí el clima es muy impredecible e incluso en verano puede nevar en el punto más alto de la ruta (1860 m). A pesar de los carteles informativos sobre la hipotermia en el albergue donde nos hemos hospedado y de los que hay a lo largo del recorrido advirtiendo de las posibles inclemencias del tiempo, siempre hay gente que se deja el cerebro en su país de origen y se lanzan a completar los 19 km del recorrido en pantalones cortos o en manga corta. Cuando llegamos a la base de la cresta del cráter rojo, la niebla todavía bloquea los rayos de sol y el viento hace que la sensación de frío sea mayor (1 ºC según la previsión). Nosotros ya llevamos 4 capas, guantes, gorro y la capucha puestos. Los brazos y piernas desnudos de los descerebrados están rojizos debido al frío y la niebla pero ellos siguen subiendo. Quizás sí volaron a Nueva Zelanda con su cerebrín. Igual se lo confiscaron en la aduana por ser un residuo biotóxico. ¡Así pasan los accidentes! De hecho, esta caminata es la que tiene un mayor número de rescates al año. Cabe decir que en el pico de la temporada alta, hay 5000 personas por día haciendo el cruce alpino.
Por suerte para todos, el sol consigue finalmente dispersar la niebla, el viento se calma y la temperatura sube unos grados. Por suerte para los idiotas, porque ahora sus cuerpos temblorosos se puede calentar. Por suerte para nosotros también, porque el espectáculo que habíamos venido a ver comienza a vislumbrase. El cono perfecto del Ngauruhoe ha quedado descubierto de nubes y muestra su belleza. Desde la cresta del cráter rojo se ven todo tipo de colores rojizos en las paredes interiores del cráter. Desde ahí también se ven los lagos esmeralda, hacia donde baja un sendero de grava volcánica suelta. Los lagos esmeralda tienen un color verde chillón, casi irreal. Al pasar por su orilla se huelen los gases sulfhídricos de las fumarolas cercanas. Al otro lado del cráter central está el lago azul. El camino cruza este cráter, aparentemente inofensivo, pero la antigua colada de lava que lo atraviesa nos recuerda que esta es una zona muy activa. Después de una larga bajada, el camino pasa por un bosque tupido con helechos gigantes. Nada comparado con lo que hemos visto en Fiordland, pero para los excursionistas que no los han visto es un final sorprendente después del terreno árido y desolado de los cráteres. En resumen, una excursión absolutamente espectacular y super recomendable y no nos sorprende que esté catalogada como una de las mejores excursiones de un día del mundo.
Cada vez quedan menos días para nuestro regreso a San Diego. Hemos decidido pasar los últimos pedaleando por la península de Coromandel, al Este de Auckland. No tenemos tiempo de llegar hasta allí en bici así que tomamos un bus que nos acerca hasta Tauranga, en la Bay of Plenty. Desde allí hasta la base de Coromandel pedaleamos por la nacional 2. El trayecto es muy agobiante, incluso peligroso. El arcén es irregular y estrecho o inexistente en los puentes. Los coches pasan a toda velocidad y los camiones de doble remolque nos dan sustos mortales. A lo largo de la carretera hay varios puestos de fruta, proveniente de los cultivos de los alrededores. En uno de ellos paramos a relajarnos del estrés. Mientras compramos algo de fruta para un 4x4 con un remolque en el que cabrían las bicis… No nos lo pensamos dos veces y le pedimos al conductor si nos puede llevar. La respuesta es, como ya esperábamos, sí. Lástima que no van muy lejos, pero nos ahorran 10 km de sufrimiento.
Las dos visitas más impresionantes son la Cathedral Cove y la Hot Water Beach. En la primera, el mar ha erosionado la roca de arena compactada y ha creado un túnel enorme, además de islotes puntiagudos.
La Hot Water Beach es sin duda la mejor experiencia de la península. Durante la marea baja puedes cavar en la arena tu propio spa personal. Una corriente subterránea de agua a 60 ºC emana cerca de la orilla. Hay que hacer un buen trabajo de prospección antes de escoger el lugar a cavar. Si está demasiado cerca de los puntos de emanación te escaldas como un pollo. Si está demasiado lejos te pelas de frío. Lo mejor es construir un dique con la arena y regular el flujo de agua caliente que entra en tu spa.
En el ferry que nos lleva a Auckland saboreamos la última puesta de sol que veremos en este viaje maravilloso que nos ha llevado por todo el país durante 6 meses, disfrutando de tan variados paisajes. Desde las calas remotas de Northland a los fiordos de Southland, pasando por zonas geotermales, los Alpes del Sur, los bosques lluviosos de la Costa Oeste y las playas de la región de Tasman. Y en todos esos lugares siempre hemos encontrado gente encantadora, no sólo dispuesta a ofrecernos su ayuda, sino a demostrar su hospitalidad. En pocos lugares uno se siente tan acogido. En pocos lugares se puede viajar tan relajado, sin desconfiar de los que te rodean, sin tener que estar pendiente de tu equipaje. ¡Viajar en Nueva Zelanda ha sido una experiencia inolvidable!
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