Álbum de fotos:
• Isla Stewart
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Fecha Actividad Tramo Distancia (Km) Asc. Acc. (m) Desc. Acc. (m) 16-Feb-19 Excursión De Freshwater landing a Mason Bay 17.2 63 63 17-Feb-19 Excursión De Mason Bay a las ballenas piloto 17.6 39 38 18-Feb-19 Excursión De Mason Bay a Freshwater landing 14.4 50 56
Hay varios motivos por los que ver kiwis en estado salvaje es más fácil en la isla de Stewart. Primero porque hay muchos, comparativamente con otros lugares, unos 20.000 en toda la isla. Segundo porque no son estrictamente nocturnos. Parece ser que debido a las cortas noches de verano, no tienen suficiente tiempo para turnarse en incubar el huevo y alimentarse. El tercer motivo es que la especie que habita en Stewart Island es más grande y debería verse más... Además, tenemos información de primera mano de un lugar donde sí o sí, se ven. Uno de los cuidadores de los refugios del Hump Ridge track era el responsable del refugio de Mason Bay en Stewart Island. Según él, la probabilidad de ver kiwis alrededor de Mason Bay es mayor que 1. Esta información privilegiada nos convence de que vale la pena el esfuerzo y el dinero para ir hasta la isla.
El vuelo desde Invercargill hasta Oban, la única población de la isla, dura tan sólo 20 minutos. El avión es uno de esos diminutos donde el piloto hace todas las funciones. Los nubarrones entre nosotros y la isla están cargados de lluvia. Lo podemos asegurar porque crean un extraño arcoíris por debajo del avión, de más de 180 grados y con el arco cabeza abajo. El siguiente trayecto hacia los kiwis es en motora para llevarnos desde Golden Bay hasta Freshwater Landing, remontando unos kilómetros el río Freshwater. Queríamos hacer este trayecto en kayak, pero el tipo que nos los alquilaba, después de mirar la previsión meteorológica nos aconsejó no hacerlo por los fuertes vientos que se avecinaban. La previsión era correcta. El trayecto en motora es movidito. Además, las olas que genera dentro del río serían muy desagradables para un kayak. El río es suficientemente ancho para un par de motoras, pero no más. Además solamente es navegable durante la marea alta.
Una vez desembarcamos en Freshwater Landing, empezamos la caminata hasta el refugio de Mason Bay, en la costa opuesta a la desembocadura del río que acabamos de remontar. El recorrido es totalmente plano y gracias a las pasarelas de madera y unos cuantos saltos y piruetas, conseguimos mantener los pies bastante secos mientras atravesamos el humedal que cubre gran parte de esta zona de la isla. El paisaje no es espectacular. Mucha parte del recorrido discurre en túneles de tea tres. Cuando hay visibilidad fuera del bosque es porque estás en medio del humedal rodeado de juncos y otras plantas acuáticas. Con la vista fijada en las dunas gigantes en el horizonte, al cabo de 14 km llegamos al refugio. La playa está todavía a 1.5 km del refugio pero no podemos resistir a acercarnos para ver cómo de bravo está el mar debido al viento que está soplando. La vista desde lo alto de la duna es intimidante. El color oscuro del agua y la sucesión de olas rompientes desde muy lejos de la orilla, nos hace preguntarnos una vez más ¿Por qué alguien querría vivir aquí?
Salimos al anochecer a ver kiwis y no hay suerte. Salimos de madrugada a ver kiwis y tampoco hay suerte. Por lo menos las ballenas piloto que embarrancaron hace unas semanas al sur de la bahía siguen ahí. Bastante demacradas y apestado a descomposición, pero es una escena que no se repite muy a menudo, así que nos vamos a verlas. El viento es constante todo el día. De ida hacia las ballenas llueve considerablemente y quedamos empapados de cintura para abajo, pues no hemos traído los pantalones de gore-tex. Pero para cuando llegamos cerca de las ballenas, ya estamos secos gracias al viento que no para. Durante el último kilómetro nos tenemos que cubrir la nariz para evitar el olor hediondo que el viento nos trae. El primer grupo es de más de 70 ballenas; están esparcidas en la línea de marea, semienterradas en la arena. La mayoría todavía conservan la piel, en diferentes grados de deterioro, pero algunas ya tienen las costillas a la vista. Las más grandes miden entre 4 y 5 metros. Un quilómetro más adelante hay un segundo grupo, al que no nos acercamos. Las piloto es una de las especies de ballenas con dientes. Hay varias teorías que intentan explicar por qué las ballenas varan en grupo. En el caso de las piloto, una de las teorías dice que cuando uno de los miembros de la manada está enfermo y embarranca, el resto se deja embarrancar debido a los fuertes vínculos entre la manada. No parece una explicación muy lógica, pues siempre habrá un miembro en cualquier manada que muera tarde o temprano. Otra teoría indica que cuando las piloto se encuentran en aguas muy poco profundas, no pueden usar su sistema de ecolocalización y se confunden. Sea cual sea el motivo y por mucho que sea un efecto natural, da mucha pena ver esta manada descomponiéndose en la playa.
Salimos al anochecer a ver kiwis y no hay suerte. Salimos por la mañana a ver kiwis de camino de vuelta a Freshwater Landing y tampoco hay suerte. Estamos empezando a creer que el kiwi está extinguido y que los avistamientos que otros turistas cuentan son pollos con picos postizos que las empresas de turismo liberan por la noche y recogen por la mañana. Total, de noche sólo ves un bulto con dos patas. De regreso en la motora hacia Oban, nos siguen unos albatros. El capitán para la motora y nos dan unas cuantas pasadas rasantes pensando que somos un barco de pesca, donde podemos apreciar su enorme envergadura, hasta 2.8 metros de punta a punta de las alas. Son como gaviotas gigantes. Antes de volver a Oban paramos en Ulva, una isla convertida en reserva de aves. En un par de horas de caminata avistamos a un montón de especies diferente: paloma neozelandesa, saddleback, kaka, weka, fantails, tomtit, etc. Parece que estemos dentro de un aviario. Se escuchan cantos por todas partes.
Durante estos días hemos compartido varios momentos con un grupo de kiwis (personas, no pájaros) muy agradables. Con ellos cenamos en el pub de Oban mientras esperamos el atardecer para ver a los pingüinos azules y nuestra última oportunidad de avistar kiwis (pájaros, no personas). Con las personas nos hemos hecho amigos. A los pájaros los seguimos odiando.
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