Descargar fichero del cruce de El Chaltén a Villa O'Higgins:
• Ruta GPS y waypoints
El cruce desde El Chaltén (Argentina) a Villa O’Higgins (Chile) es uno de los recorridos ideales para ciclistas. Incluye una pista de tierra de 37 km desde El Chaltén hasta la punta Sur del Lago del Desierto, un ferry que te transporta hasta la punta Norte, donde está el retén de Gendarmes argentinos. Desde aquí un sendero en mal estado y algún que otro mallín te obliga a empujar y arrastrar la bici, además de vadear varios ríos. Al llegar al collado, cruzas a Chile y una pista en buen estado te lleva hasta el puesto de Carabineros en la orilla del Lago O’Higgins. Desde allí, otro ferry atraviesa el lago y te lleva al puerto de Villa O’Higgins, a pocos km del pueblo. Sería perfecto si los argentinos mejoraran el sendero y lo convirtieran en pista, pero que le vamos a hacer, hay que pasear la bici monte arriba.
22 de Marzo: De El Chaltén al Lago del Desierto (Perfil)
23 de Marzo: Del Lago del Desierto a Candelario Mancilla (Perfil subida) (Perfil bajada)
24 y 25 de Marzo: Atrapados en Candelario Mancilla
26 de Marzo: De Candelario Mancilla a Villa O'Higgins
Ya no podemos esperar más al buen tiempo. Al ferry que cruza el Lago O'Higgins sólo le quedan 2 viajes más esta temporada: mañana y el próximo sábado. Y es que el otoño ha llegado. Las temperaturas han bajado considerablemente. Después de varios días de precipitaciones, las montañas están nevadas. El Chaltén se prepara para hibernar. Como muchos de los otros turistas, abandonamos el pueblo para seguir nuestro recorrido.
Aunque hace viento y el cielo está encapotado, no llueve, lo cual es una novedad para los últimos días. Remontamos el Río de las Vueltas, en dirección al Lago del Desierto; extraño nombre para un lago en una zona tan verde y lluviosa. A medida que nos adentramos en el valle y dejamos atrás la civilización, me entra una sensación de haber tomado el camino equivocado. Las montañas que nos rodean están cubiertas de nieve a partir de una cota no mucho más arriba de la pista. De vez en cuando, el viento nos trae copos de nieve, como advirtiéndonos que en algún lugar cercano está nevando. Un agujero en la capa de nubes deja pasar el sol, iluminando el final del valle hacia el que nos dirigimos. Casi parece una trampa.
Los 37 km hasta el extremo Sur del Lago del Desierto discurren muy fluidos, por una pista en buenas condiciones. La Huemul, nuestro ferry, parte a las 5, pero todavía son las 2. Según todos los locales, aquí hay mucha pesca, así que tiro la caña en el río durante un par de horas, hasta que casi me congelo. Con las manos vacías me retiro a la cabañita del camping cerca del lago, donde Judit ya hace 2 horas que charla con los encargados y un grupo de turistas. La habitación es muy reducida y tanta gente resulta agobiante. Por suerte, el grupo ya se va de vuelta a El Chaltén. Nosotros nos quedamos charlando con Carla y David, además de saborear las empanadas de zapallito que acaban de preparar. David nos hace notar que la sirena de la Huemul está sonando, signo de llamada a los pasajeros, o sea nosotros dos.
En esta punta del lago, el viento está bastante tranquilo y las olas son suaves. Hacia mitad del recorrido, en una zona donde el lago se estrecha, el viento se concentra y no sólo genera olas más considerables, sino que además levanta agua pulverizada y las transporta sobre la superficie a gran velocidad. Nuestro capitán varía el rumbo frecuentemente para negociar las rachas más fuertes. Al llegar a la zona Norte, de nuevo todo está calmado. Incluso podemos disfrutar de un sol tenue por unos minutos. El gendarme que nos sella los pasaportes nos enseña el primer tramo del sendero que mañana deberemos seguir para llegar hasta el hito de la frontera.
Después de acampar en la zona designada, vuelvo a probar suerte con las truchas, pero con la misma fortuna que en la punta Sur. Cuando ya no me siento las manos me voy con Judit, que ya hace rato se ha metido en la tienda a leer. Justo cuando acabamos de cenar, empieza a llover. Mañana va a ser un día interesante, por decirlo de alguna manera…
La jornada de hoy ha estado repleta de emociones y sorpresas, la mayoría de ellas agradables. La primera parte del día consiste en empujar la bici por un sendero montaña arriba hasta el collado que marca la frontera entre Argentina y Chile. Después bajamos hasta el puerto de Candelario Mancilla en el Lago O'Higgins y finalmente cruzamos en ferry hasta Villa O'Higgins. O por lo menos ése era el plan…
Cuando estamos montando las alforjas en las bicis, se nos acerca el vecino de tienda. Resulta ser otro ciclista que ayer hizo nuestro mismo recorrido pero en el sentido contrario, como nosotros hicimos hace 6 años. Una vez más nos advierten de la dificultad de la subida, del barrizal y de los varios ríos que hay que vadear. Sí, sí ya lo sabemos. Y también sabemos que es más fácil en el otro sentido. Agradeciéndole la preocupación y la información de última hora, nos ponemos en marcha. Hoy hemos empaquetado de manera distinta que habitualmente. La mochila lleva los objetos más pesados y nos la cargamos a la espalda. De esta manera, las alforjas son más ligeras y nos costará menos empujar y maniobrar las bicis cuesta arriba.
Al cabo de unos 300 metros de empezar, ya vemos la tan temida subida con la que todos nos han atemorizado. No ha cambiado mucho desde que nosotros la bajamos años atrás. Se trata de un sendero en forma de canal, hundido medio metro a consecuencia de la erosión producida por los caballos que lo transitan y sobre todo por el agua. Su anchura oscila alrededor de 1 metro aproximadamente, algo superior a la anchura de la bici con las alforjas cargadas, pero demasiado estrecho en muchos tramos como para ir al lado de la bici. En esos tramos, nos subimos a los laterales del camino, normalmente cubiertos de maleza y la empujamos desde arriba, bien desde los cuernos o con una mano en un cuerno y la otra en el sillín. Aunque la postura no favorece en absoluto el avance, es recomendable en numerosas ocasiones para evitar los regalitos que los caballos han dejado en el centro canal. Esta noche ha llovido, como en los últimos días, así que todo el camino está cubierto de barro. Sin embargo, sorprendentemente, su consistencia es superior a la que esperábamos y ésta es la primera sorpresa agradable. Con tanta lluvia, nos esperábamos que el terreno fuera mucho más resbaladizo. Mis pesadillas de anoche me anunciaban tres tipos de accidentes a causa de resbalones: resbalo mientras empujo la bici por los cuernos y me dejo un par de dientes en ellos; me resbalo y le doy un cabezazo al GPS rompiendo el soporte o la pantalla; pero sin duda la peor consiste en resbalar, conseguir esquivar los cuernos y el GPS para aterrizar con las manos en el centro del canal encima de uno de los regalitos frescos. En fin, poco a poco, vamos remontando el sendero. Cuando es demasiado pendiente o hay que superar rocas o raíces, nos ayudamos empujando cada bici entre los dos. Tal como el gendarme nos había informado, al cabo de unos 500 metros, lo peor de la subida ya está superado. Estábamos tan mentalizados de que esta parte iba a ser un martirio, que nos ha parecido corta, la cual cosa nos anima.
La siguiente fase del sendero se caracteriza por el cruce de numerosos arroyos sin complicaciones, pero hay 5 ríos demasiado anchos y/o profundos como para no mojarse los pies. En todos hay troncos instalados para cruzar a pie, pero de manera muy precaria, o bien son resbaladizos o la madera está medio podrida. En un par de ellos, usamos troncos caídos en los alrededores para ensanchar los puentes improvisados y darles un poco más de sustento. En general, la técnica que usamos para cruzarlos es meter la bici en el agua y entre los dos empujarla desde los troncos para cruzar. De esta manera evitamos mojarnos y cambiarnos de calzado a cada cruce. En los más estrechos, mientras uno empuja la bici por detrás el otro tira de los cuernos desde la otra orilla. La verdad es que a medida que superamos estos obstáculos sin ningún chapuzón, la moral va subiendo y el estrés por llegar a tiempo al puerto de Candelario Mancilla se reduce.
Nuestro mayor temor de la subida sin duda era el mallín que todos nos habían anunciado como un lodazal de unos 50 metros donde "te hundes hasta casi la rodilla". Una vez llegados a él, exploramos los alrededores y encontramos un camino alternativo muy cercano que evita la peor parte. Sorprendidos por lo fácil que ha sido, no estamos convencidos que sea éste y quizás lo encontraremos más adelante. Al cabo de unos centenares de metros llegamos al extremo Sur de la Laguna Larga, indicativo de que el mallín ya ha pasado. Esto nos anima nuevamente. En estos momentos llevamos unos 3.5 km recorridos en 2 horas y media aproximadamente. La laguna también es indicativo de que el camino se allana, pues el sendero la rodea. Sin embargo, este tramo se convierte en un rompepiernas por las numerosas veces que el sendero remonta y vuelve a bajar para sortear obstáculos como pendientes laterales demasiado empinadas, riachuelos y árboles caídos. Al cabo de un total de 6 km y 4 horas de empujar llegamos a los carteles indicativos de tierra de nadie. A nuestro frente se lee "Bienvenido a Chile. Región de Aysén". A nuestra espalda "Bienvenido a Argentina". Entre ellos está el hito que marca la frontera. Nuestra alegría desborda y lo celebramos con unos alfajores rellenos de dulce de leche y cubiertos de chocolate.
Judit se avanza a pie para verificar que lo que hay detrás de esos árboles es realmente la pista que nos ha de llevar hasta el Lago O'Higgins. Sí, efectivamente, el sendero se transforma en una pista vehicular en decente estado que nos permitirá avanzar mucho más rápidamente. Es la 1:30 y nos quedan 17 kilómetros hasta el retén de Carabineros. Deberíamos tener tiempo suficiente, pues nuestro ferry sale a las 5.
Aún no hemos pedaleado ni 50 metros cuando nos cruzamos con dos francesas que empujan sus bicis pista arriba. Esto nos sorprende preocupantemente. Si ellas suben hoy es porque probablemente han cruzado de Villa O'Higgins hoy. Según nos dijeron por teléfono, el ferry debería llegar sobre las 4 como pronto. Las dudas se desvelan cuando nos informan que el ferry ha zarpado de vuelta poco después de llegar. Debe haber alguna confusión o más de un barco. Para que os hagáis una idea, Candelario Mancilla no es un pueblo, tan sólo un retén de Carabineros y un diminuto hospedaje. Si el ferry de hoy realmente ha partido, el siguiente no viene hasta el Sábado y, además es el último de la temporada. La idea de quedarnos atrapados en Candelario nos pone los pelos de punta, así que nos ponemos de nuevo a pedalear sin perder más tiempo.
La pista que recordábamos debería hacer bajada, pero esta tiene continuas ondulaciones. La verdad es que no nos suena de nada. Nos tranquiliza ver roderas de bici que sólo pueden venir del puerto. Otra sorpresa agradable que encontramos más adelante es la existencia de un puente para cruzar el Río Obstáculo. La última vez que pasamos por aquí estaba destruido y tenías que mojarte sin remedio. Otra novedad es que el camino ahora pasa al lado de una pista de aterrizaje de tierra para uso militar. Cuando nos quedan unos 5 km para nuestro destino, el camino baja de manera clara e ininterrumpida. Me encantaría librarme de las alforjas y lanzarme a toda velocidad cuesta abajo, a pesar del mal estado del terreno. Aunque tenemos que negociar las piedras, charcos y barro, avanzar sin pedalear es un lujo. A un par de kilómetros del final, nos cruzamos con varios camiones y una excavadora del grupo de vialidad. Uno de los camioneros nos indica que la barcaza que ha zarpado hoy es la de vialidad. Ahora ya no entendemos nada, puesto que ni sabíamos de la existencia de una segunda barcaza. Nosotros íbamos a tomar la de pasajeros. Nuestros temores se confirman al llegar al retén de Carabineros. Mientras ellos formalizan los trámites de los pasaportes, les asediamos a preguntas sobre posibles cruces. El único que les consta es el del próximo sábado. El nuestro se produjo ayer. Ese cruce era para locales, así que suponemos que cambiaron la fecha según su conveniencia y nuestra desgracia. El cruce para turistas es el sábado. ¡Estamos atrapados en Candelario Mancilla durante 3 días! La única posibilidad es que la barcaza de vialidad vuelva el viernes, pero esto no lo sabremos con seguridad hasta mañana jueves.
Los Carabineros se ponen en nuestro lugar y como ya es una norma en ellos, se desviven por ofrecernos todo tipo de ayuda y facilidades. Nos ofrecen una ducha caliente y una de las casas del retén para dormir. Con ellos pasamos la tarde conversando, viendo la tele satelital y merendando. Incluso nos dejan consultar el correo electrónico, satelital, por supuesto. Aquí no hay comunicación que no sea por satélite o por radio. Les estamos muy agradecidos. Por lo menos todas estas comodidades alivian la frustración de no poder cruzar a Villa O'Higgins hoy.
Candelario Mancilla no es un pueblo, tan solo una tenencia de Carabineros para demostrar soberanía en la zona. Además de las dependencias fronterizas, sólo existe una pequeña estancia que proporciona un espacio para acampar. No hay nada más en kilómetros a la redonda. Durante esta semana y las próximas el lugar está más concurrido que de costumbre por el grupo de trabajadores de vialidad que reparan la pista. De hecho, cada tarde se bajan algunos turistas que se encuentran por el camino. En nuestro segundo día de cautiverio, los Carabineros les ofrecen a una pareja de franceses, mojados de pies a cabeza, la casa donde nos alojamos. Con ellos compartimos largas horas de reclusión.
A parte de dedicar tiempo a leer, escribir y planear, hay algún intento infructuoso de pesca. Lo más enriquecedor son los ratos compartidos con los Carabineros. Además de merendar con ellos, uno de los días comemos juntos. Ellos preparan chuletas de cerdo al horno y nosotros tortilla española. Poco a poco, hacemos de la casa prestada nuestro hogar. Encendemos las estufa de leña, usamos el calentador de agua para las infusiones…
Supuestamente, el viernes 25 debería venir la barcaza de vialidad a traer un camión, así que tenemos todo recogido y preparado para pedalear hasta el muelle cuando asome por el brazo que viene de Villa O'Higgins. Este brazo queda al Este de Candelario y por la mañana el sol crea unas transparencias entre las nubes encima de la zona. Parece que nuestra salvación, como si de un milagro divino se tratara, debiera venir desde allí. Lo cierto es que aquí no se está mal, una vez has asumido que hay que esperar al siguiente barco para cruzar; lo malo es la incerteza de cuándo va a ocurrir. De hecho, la barcaza del viernes no se presenta. Según nos informan, los pasajeros que deberían cruzar en ella se han retrasado y no han llegado a Villa O'Higgins. Así que con resignación, volvemos a meter las mochilas en nuestra habitación y a esperar hasta mañana. Por la tarde damos un paseo hasta la estancia acompañados por unos de los Carabineros, el cual nos hace de guía turístico explicándonos detalles de la historia del asentamiento.
Tras una larga sobremesa después de cenar con ellos, nos vamos a la cama. Mientras los leños crepitan en la estufa y el resplandor del fuego ilumina tenuemente el pasillo y nuestra habitación, nos quedamos dormidos pensando en el día de mañana. En teoría, han de venir la barcaza de vialidad y el barco de turistas. Pero hay varios motivos por los cuales puede que no vengan ninguno de los dos, principalmente si el viento que no ha dejado de soplar se incrementa.
Las primeras informaciones del día por parte del contingente de vialidad es que su barcaza si vendrá hoy, probablemente sobre las 12 de mediodía. Por otro lado, la Quetru, el barco para los turistas, debería llegar sobre las 10:30. A continuación, sigue con su tour del glaciar O'Higgins para regresar a Candelario sobre las 5 y zarpar de vuelta a Villa O'Higgins.
Hoy todo va sobre plan; a las 10 estamos en el puerto acompañados de otros 6 viajeros. La Quetru llega, deja un grupo de ciclistas y se va hacia el glaciar. Confirmamos que volverá a las 5 PM. Mientras esperamos que llegue la barcaza, nos volvemos a la tenencia y en esos momentos aparece el helicóptero que debería haber venido ayer. Nos acercamos a él para curiosear y nos enzarzamos en una charla con el piloto y el técnico de vuelo. Tienen como misión transportar personal y material hasta el campo de hielo donde un grupo de militares va a instalar un refugio para el estudio de los hielos continentales.
Sobre el mediodía la barcaza Integración aparece por el fondo del lago. Después de amarrar, esperamos a que descarguen todo el material que traen para preguntar al capitán si nos puede llevar a Villa O'Higgins, pero el no es rotundo. El motivo es la pérdida de ganancias que supondría para Hielo Sur, el tour operador propietario de la Quetru. Teníamos la esperanza de que nos llevaran. Además de que sale antes, es gratuita. Frustrados una vez más, matamos las 4 horas de espera que nos quedan en los alrededores del puerto. Comemos, nos encaramamos a un cerro para avistar a la Quetru regresando del glaciar, paseamos hacia la estancia… El día está gris y frío, tanto que el reloj parece aletargado.
Cuando finalmente subimos a bordo de la Quetru, respiramos con tranquilidad. Inmediatamente al salir de la calma de la caleta, el oleaje ataca al barco y me tengo que poner a dormir para evitar marearme. Sólo me despierta algún balanceo fuera de lo normal o las salpicaduras de las olas en los cristales. Durante el último tramo del trayecto, una vez adentrados en el brazo de Villa O'Higgins y en aguas más tranquilas, nos pasan un video con imágenes de Aysén, la región a la que estamos entrando.
Al llegar al puerto Bahamóndez ya es oscuro y está lloviendo. Muy amablemente, el capitán nos lleva en su pick-up hasta la población, a unos 13 km del puerto. Nos hospedamos en El Mosco, un albergue propiedad de Jorge, un gallego que se afincó en Villa hace unos años. Allí también conocemos a Paqui, una mallorquina que lleva varios meses de mochilera por Europa y Sudamérica. Con ellos charlamos hasta bien entrada la noche mientras intentamos hacer uso de la WiFi gratuita que llega a todo el pueblo. La fuga de Candelario ahora ya es una realidad.