Álbum de fotos:
• Santiago y Valparaíso
Alojamiento y comida:
• Restaurante Como Agua Para Chocolate (Santiago)
• Restaurante La Boheme (Santiago)
• Andes Hostel (Santiago)
• B&B La Nona (Valparaíso)
En esta etapa nos vamos en bus desde Uspallata (Argentina) hasta Santiago de Chile y Valparaíso. En Santiago visitamos diferentes barrios, desde los más turísticos y concurridos a los más acomodados, además de otras curiosidades propias de la capital de Chile. En Valparaíso, nos centramos sobre todo en los cerros que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad en el 2003.
Del 18 al 20 de Mayo de 2011: Santiago de Chile
Del 21 al 22 de Mayo de 2011: Valparaíso
Del 23 al 24 de Mayo de 2011: Santiago de Chile
Antes de que el sol se levante sobre los cerros del Este en Uspallata, ya tenemos las bicis cargadas y nos dirigimos hacia la casa de la amable señora que nos las guardará mientras viajamos a Chile. Después de acomodarlas en un cuarto detrás de la casa, le damos mil gracias y nos despedimos. Las manos se nos han quedado heladas en el corto trayecto y como todavía quedan unos minutos para que llegue el bus que nos llevará a Santiago, nos tomamos un café con leche y un chocolate caliente para entrar en calor.
Hemos escogido los asientos delanteros en el lado izquierdo del piso superior del bus para tener una mejor panorámica, pero casi mejor no haberlo hecho. Desde allá arriba y tan al centro de la carretera, los camiones en sentido contrario se ven pasar muy cerca. Lo peor es cuando adelantamos a otro camión. Entonces el precipicio a nuestra izquierda se ve demasiado alto. La subida hasta la frontera ya nos la conocemos, pues la acabamos de recorrer en bici. La bajada por el lado chileno es más interesante, sobre todo justo después del túnel. Como siempre, el lado chileno de los Andes es más pendiente y la carretera tiene que bajar un gran desnivel en poca distancia. En este caso, la carretera zigzaguea sin descanso durante unas 30 curvas. Los camiones que suben con gran esfuerzo se apartan y circulan por el arcén para dejar paso a los coches. Los que bajan van muy despacio, usando una marcha corta para ayudar en la frenada. Entre medias de unos y otros circulan coches y autobuses negociando el espacio central de la calzada, haciendo caso omiso de las líneas en ella pintada y de las señales que prohíben adelantar. Las curvas de 180 grados también son usadas para rebasar vehículos más lentos. Desde nuestra atalaya todas estas maniobras se ven con cierto temor.
Una vez llegados a Santiago, pasamos por una de las oficinas de turismo para recopilar información y mapas y nos dirigimos al hostal que hemos seleccionado. Al final nos hemos decidido por un apartamento que pertenece al Andes Hostel. Es una elección perfecta: moderno, con abundante luz, cocina pequeña pero inmaculada… La verdad es que ya nos tocaba. Estábamos un poco cansados de sábanas grises, lavadas cien mil veces y casi transparentes, camas que crujen, de grifos que gotean y fogones ennegrecidos, de cortinas descoloridas y ventanas que no cierran. Por supuesto, el apartamento nos va a costar más caro, pero merece la pena.
Nuestro primer objetivo en la capital es encontrar un centro médico para asesorarnos de qué tipo de profilaxis debemos tomar para la malaria en la selva amazónica boliviana y proveernos de la medicación necesaria. Después de dar un par de tumbos, llegamos al consultorio de Andrés, en el centro Darvax. Con él hablamos largo y tendido de nuestro viaje y de los planes amazónicos. Andrés nos da un par de consejos muy valiosos. Quizás el mejor es el de rociar la ropa con algún insecticida en spray que contenga permetrina, como por ejemplo el Raid de bote verde (mirar los componentes). Después de rociarla, dejarla unas horas dentro de una bolsa de plástico para que se impregne bien. La ropa con el repelente resiste unos 4 lavados. Su recomendación para la malaria para nuestro caso particular es no tomar prevención, sino usar las píldoras de emergencia que ya llevamos en caso de sospecha de haber contraído la enfermedad. Uno de los motivos es el alto precio de las pastillas de la profilaxis en Chile, agraviado por la larga duración del tratamiento y los varios días que estaremos en zona de riesgo.
A continuación nos dedicamos a buscar un filtro polarizador para una de las lentes de nuestra cámara. Se nos rompió hace un par de meses y no hemos podido encontrar un recambio debido a la medida del objetivo. Sólo necesitamos que nos indiquen la tienda adecuada para encontrarlo sin problemas. ¡Por fin!
Nuestra tercera necesidad imperiosa es cambiarme las botas de trekking y comprarme un bañador. Finalmente conseguimos encontrar algo que nos convence, aunque a precios alarmantes. Judit también encuentra unos guantes mejores para la puna andina que nos espera más al Norte. Entre compras y otros quehaceres, nos pateamos unos cuantos barrios de la ciudad: Providencia, Las Condes, Brasil-Yungay, París-Londres y alguno más. En el barrio de Bellavista recorremos los escaparates de joyas y todo tipo de objetos ornamentales hechos con lapislázuli, una piedra semipreciosa que se encuentra en los alrededores de Santiago. Pero lo más interesante del barrio es la concentración de restaurantes. Una de las noches cenamos de maravilla en La Boheme a base de marisco. Las machas gratinadas son espectaculares y los locos no tienen nada que envidiarles. La botella de vino que los acompaña y los pisco sour que los preceden tampoco. Otra de las noches disfrutamos de la comida en el restaurante Como Agua Para Chocolate, así como de la ambientación mejicana del local y de su impecable servicio.
Al día siguiente paseamos por el mercado central y comemos en uno de sus restaurantes, pero no acertamos demasiado. A la salida nos consolamos en La Piojera con una réplica, un brebaje a base de vino barato, fernet (un licor local) y helado de piña, todo mezclado en un vaso de plástico pegajoso por el helado que rebosa. Para hacerlo bien, primero deberíamos habernos tomado el terremoto, lo mismo pero en un vaso mayor. Nosotros con la réplica ya tenemos bastante. Los más machos van a por el tsunami después de la réplica.
Sin embargo, lo que más recordaremos de Santiago, por lo menos yo, son los cafés con piernas. Se trata de cafeterías donde las camareras visten muy cortas, tanto por arriba como por abajo. Es una tradición que ya tiene algunas generaciones y que aún perdura en la actualidad. En algún momento de su historia tuvo mala fama, pues algunos locales ofrecían más servicios que un simple café. También llegó a correr la leyenda urbana del minuto feliz durante el cual una de las camareras hacía un striptease. Hoy todo está bastante regulado y simplemente los cafés son servidos por chicas, en general de buen ver y ligeras de ropa. La mejor sin duda, la morenita del café Pretto.
Llegamos a Valparaíso en plena manifestación contra el gobierno en el día del mensaje presidencial. Mientras en las calles del centro desfilan todos los cuerpos del ejército y peñas ataviadas con trajes regionales, en otras se lanzan piedras y cócteles molotov contra la policía que responde con cañones de agua y gases lacrimógenos. Nuestro bus tiene que dar un rodeo para evitar todo el jaleo y llevarnos hasta la terminal.
Todo el ajetreo desaparece cuando comenzamos a subir las cuestas del cerro Alegre. Nos hospedamos en el Bed & Breakfast La Nona, donde René y Carolina, sus propietarios, cuidan de sus huéspedes con mucho cariño. Además de un estupendo desayuno y de la buena información turística que nos brindan, disfrutamos con ellos de amenas conversaciones sobre la ciudad, el país y otros temas variados.
Valpo es una ciudad que genera una serie de reacciones casi en oposición. Por un lado los murales pintados en las paredes de los cerros Alegre, Concepción y Bellavista son dignos de ser observados con detenimiento. Sin embargo, también hay que prestar continua atención donde pisas o puedes llevarte pegado en la suela un regalito de los numerosos perros callejeros que deambulan por la ciudad. Los pasajes Yugoslavo, Gervasoni y Atkinson son una buena manera de tener vistas de la ciudad desde lo alto, pero las vistas no son demasiado gratas, pues el puerto comercial con sus grúas y buques de carga dominan la vista. Si bien pasear por ellos es agradable tanto para ver los artesanos que exponen sus obras como por los edificios coloniales y palacetes. Los ascensores, pequeñas cabinas de madera que suben traqueteando por cuestas imposibles son únicos, además de ser la manera más cómoda de subir a los cerros. Desgraciadamente, sólo quedan en funcionamiento unos pocos de los 14 que existen. La zona antigua del Plan, tal como se conoce la única parte plana de la ciudad, tiene edificios con fachadas rícamente ornamentadas, columnas y frisos pero necesitan urgentemente una severa restauración y limpieza antes de que se caigan a pedazos. La zona en sí necesita también serias medidas de higiene y limpieza urbanística. En resumen, la ciudad tiene un potencial increíble como destino turístico, y aunque definitivamente merece la pena visitarla, mejoraría mucho con una inversión en restauración y limpieza.
El paseo que une Valparaíso con Viña del Mar es moderno y proporciona una zona para pasear tranquilamente, lejos del tráfico del centro. Los más deportistas lo usan para correr o ir en bici. Los leones marinos, ajenos a todo esto, holgazanean en los feos bloques de cemento a lo largo del paseo.
Los cafés de la ciudad son otro de los refugios del bullicio de las calles. En ellos puede probarse diferentes variantes de café y todo tipo de batidos con fruta de verdad. En particular, el Café Subterráneo tiene infinidad de selecciones y el Café del Paseo luce una ambientación a la antigua que vale la pena visitar.
De regreso a Santiago seguimos con nuestros largos paseos por la ciudad. Visitamos los exteriores del Museo de la Memoria, referente al triste período de dictadura por el que pasó el país. En las paredes de su patio exterior se encuentran grabados todos los artículos de la Declaración de los Derechos Humanos, para que a nadie se le olvide otra vez.
Una de las visitas que nos ha gustado más es el Museo Chileno de Arte Precolombino. En él se concentran piezas de muchas de las culturas precolombinas de Centro y Sur de América. Desde los Olmecas y Aztecas en el Norte de Méjico, pasando por los Mayas e Incas, hasta otras culturas menos conocidas más al Sur como la Diaguita, Chinchorro o Moche. La calidad y estado de conservación de las cerámicas, estatuas y tejidos es increíble. Además, los textos que los acompañan son bastante informativos.
Santiago tiene mucho más para visitar, pero con esta corta estancia ya nos llevamos una buena impresión de la capital. No nos importaría pasar una temporada aquí. Sin embargo, nuestras burrinas nos esperan en Argentina, dispuestas a seguir levantando polvo por las pistas de la cordillera, así que nos preparamos para abandonar nuestra guarida de sábanas blancas y coger el bus que nos llevará de vuelta a Uspallata. Cuando nos acercamos al túnel del Cristo Redentor, descubrimos que los picos de los alrededores ya están nevados. El invierno nos recuerda que nos viene pisando los talones. Hemos de seguir hacia el Norte sin demora.