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En este recorrido nos desplazamos desde Sucre hasta el centro arqueológico de Incallajta, situado cerca de la carretera vieja que une Cochabamba con Santa Cruz. Incallajta es el segundo centro arqueológico en importancia de Bolivia, después de Tiwanaku. Por el camino podemos apreciar el comienzo de la transición del altiplano andino, árido y de escasos recursos naturales a una zona, que aunque sigue siendo abrupta, tiene varios ríos que hacen la vegetación más abundante y los cultivos más variados. La altitud es menor y la temperatura bastante más alta. La gente sigue hablando principalmente quechua, pero suena diferente y de hecho, mezclan algo de aymara. Eso sí, el camino tiene un gran defecto para los ciclistas: hay unos 100 km de ruta adoquinada con cantos rodados. Por muy buen sillín y por muy buen coulot que tengas, tantos km de piedra te dejan el culo destrozado.

Índice de esta etapa:

2 de Agosto de 2011: De Sucre a Puente Arce (Perfil)
3 de Agosto de 2011: De Puente Arce a Aiquile (Perfil)
4 de Agosto de 2011: De Aiquile a ninguna parte (Perfil)
5 de Agosto de 2011: De ninguna parte a Totora (Perfil)
6 de Agosto de 2011: De Totora a Epizana (con visita a Incallajta) (Perfil)

 

Perfil de la etapa:


Perfil de la etapa

 

2 de Agosto de 2011: De Sucre a Puente Arce

MuñonadaHoy el día no empieza bien. Salimos a la calle con las bicis cargadas, incluyendo la caja que contiene lo que no necesitamos de momento y que nos enviamos a nosotros mismos a la siguiente ciudad importante hacia la que nos dirigimos. Cada vez necesitamos una caja más grande… Cuando vamos a empezar a pedalear me doy cuenta que uno de los calapiés que “reparé” ayer está al revés: está atornillado a la parte delantera del pedal, pero apuntando hacia abajo. Podría haber sido peor, por lo menos puedo poner el pie en el pedal sin pisar el calapié. A pesar de semejante muñonada, como ya estamos en la calle, decidimos salir en estas condiciones.

La terminal de buses nos queda de camino hacia la nacional 5, la que va de Sucre hacia Cochabamba y luego a Santa Cruz. En la terminal facturamos la caja a Santa Cruz, donde la recogeremos en unos días. La salida de la ciudad pasa por una avenida repleta de talleres mecánicos. Tal como debe ser, todos tienen el típico calendario con chicas de buen ver en bikini (o sin). La verdad es que en Bolivia, en cualquier tipo de propaganda siempre hay una chica con buen cuerpo y muy ligera de ropa. No estamos hablando únicamente de anuncios de cerveza, sino de propaganda de ruedas de coche, motores generadores de electricidad, cemento… Suponemos que cualquier utensilio o material que sea tradicionalmente comprado por hombres.

Una vez fuera de la ciudad, la carretera sigue subiendo suavemente hasta casi llegar a los 3000 metros. Desde allí se bajan más de 800 metros al fondo del valle del río que seguiremos hasta el final de la jornada. Hoy acabaremos en Puente Arce, a 1500 m de altitud, 1300 más abajo que Sucre. Sin embargo, entre la subida al salir de la ciudad y los frecuentes sube-y-baja de la carretera que va paralela al río, en total bajamos unos 2100 metros acumulados (o sea, aunque parezca mentira al mirar el perfil, subimos 800 m acumulados). Una vez en el valle, el paisaje no es espectacular pero por lo menos algo más verde que en alturas superiores. Se mezclan cactus, árboles espaciados y arbustos. Hacia el mediodía, el calor es muy fuerte y la sequedad del ambiente nos obliga a beber continuamente. No nos esperábamos este cambio de temperatura y, claramente, no vamos vestidos adecuadamente. Las mallas gruesas y los jerséis negros resultan demasiado calurosos. Sigue sorprendiéndonos (agradablemente) el escaso tráfico, aun cuando se trata de una carretera nacional. La mayoría de los vehículos son camiones, pero pasan muy de tanto en tanto. Los autobuses que unen Sucre con Santa Cruz y con Cochabamba salen a media tarde y circulan durante toda la noche, así que no nos molestan mientras pedaleamos.

Al final de la bajada llegamos al puente Arce, se acaba el asfalto y unos metros más allá está la población del mismo nombre. Es un pueblito diminuto, con algunas tiendas con lo básico y, eso sí, su pista de futbito. Pedimos permiso al propietario del comercio donde nos abastecemos de agua para montar la tienda en la pista. No hay problema y hacia allí nos encaminamos. Mientras nos instalamos tenemos todo tipo de visitantes: perros, cerdos, gallinas, cabras… Más que una pista de deportes parece un corral. Tenemos el tiempo justo para “mejorar” la orientación del calapié antes de que oscurezca y aparezcan los mosquitos.

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3 de Agosto de 2011: De Puente Arce a Aiquile

Pues hoy empezamos peor que ayer. No porqué los gallos nos despierten antes de las 6:30. Tampoco porque los gorrinos anden gruñendo alrededor de la tienda. Tampoco por el ruido de marabunta que produce el rebaño de cabras sobre el cemento de la pista de futbito. Sino porque un maldito perro se ha meado en la tienda. Como al meternos en la tienda ayer hacía calor, echamos el techo de la puerta por encima de la tienda y cerramos sólo con la puerta interior. Esta mañana Judit me ha despertado con un grito para espantar al chucho, pero ya era demasiado tarde. El muy asqueroso ya había marcado territorio justo donde yo tenía la cabeza. Bueno, probablemente no haya sido demasiado tarde, por lo menos el grito ha servido para que no me duchara con una lluvia dorada. De todas maneras ahora esa esquina apesta a meado de chucho. Para intentar remediarlo compramos alcohol en una de las tienditas y frotamos la zona afectada con el estropajo de los cacharros de cocina. Yo creo que los perros me la tienen jurada. Como cuando se acerca uno ladrando, agarro una piedra y los amenazo, ellos se vengan meándose en mis alforjas (como cuando íbamos camino de El Chaltén) o ahora en la tienda. En fin, que con esa cara de asco que se te queda en casos como este, recogemos todo y nos ponemos en marcha.

Maíz secándose fuera del alcance de la cabrasHoy todo el camino es de tierra y todo de subida. Ayer, el propietario de la tienda nos puso al corriente de la situación. Están reparando la pista y construyendo nuevos puentes, pues han habido varios corrimientos de tierra durante la época de lluvias. Para facilitar las obras, han desviado el paso de los vehículos a un nuevo camino que va sobre el lecho del río. Parece que este camino no sólo tiene tramos de muchas piedras y otros de arena, sino que además está lleno de polvo. Aunque esto parece una desgracia, la verdad es que se transforma en una ventaja. Nosotros no tomamos el desvío, sino que pedaleamos por la pista en reparación. A pesar de que tenemos que desmontar alguna vez para pasar alguna zanja, circulamos por un terreno apisonado y sin tráfico. Así, durante los 20 primeros km avanzamos rápidamente por un firme que parece casi como si estuviera asfaltado. Del kilómetro 20 al 35 el camino alternativo y el principal se juntan y tenemos que sufrir las polvaredas de coches y camiones. Además se acabó el terreno compactado. Esos 15 km junto con el calor que ya empieza a apretar, nos desgasta considerablemente. Por si no fuera suficiente, usando el único mapa topográfico que tenemos (de muy baja resolución), habíamos previsto que la máxima altura para hoy era de 2100 metros. En realidad acabamos subiendo hasta 2430 y luego bajando a 2260, altura a la que se encuentra Aiquile. Para acabar de rematar el día, unos km antes de Aiquile pincho. Como ya hemos hecho alguna otra vez, hinchamos la rueda a tope y aguanta hasta llegar al pueblo. Tenemos los culos trinchados de tanta piedra pero el destino quiere que hoy acaben peor. ¡Las calles de Aiquile están empedradas con cantos rodados! Esto ya parece hecho a propósito para destrozarnos la moral y los traseros. Por suerte el tramo de calle en el centro del pueblo está pavimentado con cemento. Finalmente nos acomodamos en un alojamiento y nos duchamos con poco caudal, pero por lo menos con agua caliente. Nos damos una vuelta por el pueblo y acabamos cenando un pollo con patatas en un local que parece ser popular entre los lugareños. Con la rueda todavía pinchada, las cadenas rebozadas de polvo y la habitación hecha una cuadra, nos vamos a dormir. Mañana será otro día. Y esperamos que mejor.

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4 de Agosto de 2011: De Aiquile a ninguna parte

Hoy tampoco va a ser nuestro día de suerte. Preguntamos al propietario del alojamiento cómo es el camino hasta Totora y su respuesta es: “Empedrado”. No puede ser. No es posible que los 70 km hasta Totora sean como los 500 m de entrada a Aiquile que hicimos ayer. Pero el propietario se ratifica. 70 km de cantos rodados va a ser un infierno. ¿A quién se le ocurre empedrar 70 km de carretera?

¡Empedrado!Al salir del patio del hospedaje nos encontramos con un desfile preparatorio de los alumnos de Aiquile para la festividad de 6 de Agosto, la celebración de la Independencia. La sección de percusión lo hace bastante bien, pero a la de vientos sólo le quedan 2 días para dejar de ser un desastre. Antes de enfrentarnos con el empedrado pasamos por delante de la iglesia. No se trata de un edificio antiguo, como en las ciudades que hemos visitado hasta ahora. De hecho esta zona fue severamente destruida por el terremoto de 1998 y muchas de las edificaciones han sido totalmente o casi totalmente reconstruidas. Ésta iglesia tiene dos torres de estilo clásico separadas de la nave central de un estilo mucho más moderno.

Nido acogedorSin más motivos para retrasar la salida, tenemos que dejar el cemento para dar paso a los cantos rodados. Al salir de Aiquile nos montamos en una especie de acera, demorando unos metros más lo inevitable. Después es un tramo de tierra. Más adelante, cuando no hay más que piedras redondeadas, buscamos los laterales que de vez en cuando tienen acumulaciones de tierra, grava o arena que suavizan las irregularidades de los adoquines. En ocasiones saltamos a los márgenes de la carretera para buscar caminos que se han creado por el paso de caminantes. En fin, cualquier terreno es mejor que las piedras. El problema de los laterales es que la vegetación de la zona es, en su mayoría, cactus y arbustos espinosos. Hoy seguro que pinchamos, pero más vale reparar una cámara que destrozarnos las posaderas.


Pajarillo punkyLos kilómetros van pasando sin demasiado interés. Sólo algunos pequeños detalles nos llaman la atención como la diversidad creciente de aves y sus nidos curiosos o el fruto de color llamativo de alguno de los cactus. Los pueblitos que vamos pasando, cada vez más dispersos, carecen de atractivo. El accidente geográfico de la jornada es la bajada y correspondiente subida del río Mizque. A partir de aquí el paisaje mejora, la vegetación es algo más abundante y desde las alturas se ven múltiples valles y sierras. Cuando llevamos unos 50 km desde Aiquile todavía nos quedan 20 más hasta Totora, nuestro destino ideal para hoy. Claramente no llegaremos así que empezamos a buscar un lugar para acampar. En la primera casa que nos cruzamos pedimos agua pues se nos está acabando. El hombre nos da lo que tiene, pero esa agua turbia del cubo no parece muy saludable. Cuando lleva media botella le indico que ya tenemos bastante. Nos encontramos en una de esas situaciones en que no queremos despreciar el favor, pero tampoco queremos desperdiciar su agua. Más adelante encontramos un camión parado y les preguntamos si tienen alguna botella que les sobre. Nos dan un par de litros de su depósito con filtro. Ésta es cristalina. A las pocas curvas, montamos la tienda detrás de un promontorio y damos un merecido descanso a nuestros culos.

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5 de Agosto de 2011: De ninguna parte a Totora

Pajarillo de panza amarillaMenos mal que ya no nos creemos las indicaciones de los lugareños sobre cómo es el terreno. Siempre es “Pura bajada”. A parte de los casi 20 km de subida continua de ayer desde el río Mizque, hoy seguiremos subiendo todavía unos 6 más. Ayer fuimos afortunados en encontrar sitio para pasar la noche, pues justo al doblar la primera curva aparecen las primeras casas de una sucesión que prácticamente no parará hasta Totora.

Hoy encontramos menos caminos laterales, menos acumulaciones de tierra y como consecuencia, nuestros traseros, ya doloridos, sufren más. Al final de los 22 km que nos separan de Totora tenemos los culos como un bebedero de patos. Ésta es una expresión que utilizaba un compañero de la oficina de Barcelona. Seguro que JoseMi se acuerda. El autor la usaba en un contexto parecido a: “Si no terminas este trabajo a tiempo, te pongo el culo como un bebedero de patos”. Nunca llegué a entender su significado hasta hoy. Nos han asegurado que a partir de Totora la carretera está asfaltada, pero todavía no nos lo creemos.

Plaza de TotoraCuando llegamos a Totora, el pueblo está celebrando la fiesta de la independencia, aunque hoy es 5. En la plaza central hay música y un desfile, pero estamos demasiado molidos para acercarnos. Después de una ducha sí nos paseamos por el pueblo. La plaza está rodeada de edificios con arcadas reconstruidas, después del terremoto del 98. Todas las calles están empedradas. En la parte baja corre un río que puede cruzarse por un puente estilo romano. El pueblo tiene cierto encanto y potencial turístico, pero necesita una mejora sustancial en cuestión de limpieza.

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6 de Agosto de 2011: De Totora a Epizana (con visita a Incallajta)

¡Existe! ¡El asfalto existe! Allí, al final de la calle principal, donde comienza la carretera hacia Epizana, los cantos rodados son reemplazados por fino asfalto. El recorrido hasta Epizana, situada en la carretera vieja que va de Cochabamba a Santa Cruz, es en su mayor parte bajada. Esto junto a la suavidad del pavimento es un placer para nuestros doloridos traseros. Al llegar a Epizana buscamos alojamiento para la noche y para dejar las alforjas. El plan es continuar con las bicis hasta las ruinas de Incallajta, unos cuantos kilómetros en dirección hacia Cochabamba. Antes de salir preguntamos por el camino y nos dan una gran alegría: desde el desvío de la carretera hasta las ruinas, el camino está empedrado…

Una vez descargados de las bolsas, tomamos la carretera 7 hacia Cocha. En esta zona el viento es habitual. De hecho, en Kollpana hay una estación eólica. Se supone que el desvío para Incallajta está en el pueblito de Monte Punktu, pero al llegar allí nos indican que nos lo hemos pasado. Como es habitual en Bolivia, las indicaciones brillan por su ausencia. Nos damos la vuelta y con el viento a favor, a los 3.5 km de Monte Punktu, ahora sí, vemos un letrero pequeño indicando Pocona (inexistente en la otra dirección), hacia donde nos dirigimos. Y por fin volvemos a rodar sobre empedrado. Ya lo echábamos de menos. Por lo menos los 12.5 km hasta el desvío que lleva a Incallajta son bajada. Sólo sufrimos por la subida a las ruinas (también empedrado) y el regreso a la carretera. Este empedrado casi no tiene zonas de tierra en los laterales para evitar el traqueteo. Al cabo de unos km de bajar, Judit siente como le retumban los riñones. Y de nuevo pinchamos de tanto acercarnos a la vegetación de los laterales para aprovechar las zonas más suaves del terreno. Cuando ya tenemos la nueva cámara montada e hinchada, al sacar la bomba de aire, ¡la válvula se viene con ella! El sonoro pffffffff es acompañado por una cara de incredulidad por lo que acaba de pasar. Por suerte llevamos una segunda cámara de repuesto y no necesitamos reparar el pinchazo in situ. Finalmente llegamos a la intersección que sube a Incallajta. En la primera curva ya vemos la señal de pendiente fuerte. Recalculamos el tiempo que nos va a llevar y viendo que ya es más de la 1, nos damos cuenta de que no tenemos tiempo de hacerlo en bici. En ese momento se acercan un par de coches. El primero pasa de largo, pero el segundo se abre para tomar la curva cerrada y encarar el camino hacia las ruinas. Es un coche pequeño y las bicis no caben, pero nosotros sí. Lo paramos y les pedimos si nos pueden subir. Ante la respuesta afirmativa, tenemos que encontrar un lugar para dejar las bicis. Medio km atrás acabamos de pasar una casita, así que retrocedemos a pedir que nos guarden las bicis hasta que volvamos de las ruinas. Además, como en la puerta hay aparcada una pick-up, preguntamos si nos podrán llevar de vuelta a Epizana. Todas las respuestas son afirmativas, así que ya tenemos resuelto el problema logístico y de regalo nos evitamos el empedrado de regreso. Hemos sido afortunados al encontrarnos con Elmer, el conductor, pues en los 9 km hasta las ruinas subimos 300 metros. Él vive en el pueblo de Incallajta, unos 4 km antes del centro arqueológico. Al pasar por el pueblo deja a su mujer y continuamos los 3 hasta el centro de visitantes. Allí le convencemos para que haga la visita con nosotros en lugar de esperarnos en el coche. Contratamos un guía y nos vamos los 4 a pie a hacer el recorrido por el sitio arqueológico.

Muro del kallankaIncallajta es una palabra Quechua que significa la ciudad Inca o el pueblo Inca. Incallajta fue construida alrededor del año 1470 por el Inca Tupac Yupanqui y reconstruida por su hijo Wayna Kapac. Las edificaciones se planificaron para controlar la frontera oriental del imperio y defenderse de los ataques de los pueblos del Oriente, principalmente los Chiriguanos. Existe una muralla que rodea toda la ciudad y se encarama por el cerro, protegiendo la fuente de agua que abastecía la ciudad. También servía como centro administrativo de los fértiles valles de Pocona y alrededores. Estructuralmente, el complejo presenta las características de lo que se denomina como “arquitectura inca provincial”. Los gruesos muros están construidos por dos paredes de piedra tosca y rellenos de una mezcla de tierra y cascajo, un trabajo mucho menos delicado que el de Machu Picchu. El edificio principal, llamado kallanka, es el más grande conocido de la arquitectura inca. Tiene 25 x 70 metros y estaba cubierto por un techo a dos aguas sostenido por una matriz de 3 x 8 pilares. Se utilizaba para ceremonias y reuniones masivas. Las paredes interiores tienen una serie de ventanas ciegas que se usaban para colocar antorchas y elementos decorativos. El acceso al edificio se hacía por 12 puertas alineadas en una de las paredes largas del rectángulo. En el exterior se encuentra una piedra que probablemente se usaba como plataforma para discursos dirigidos a una audiencia de rango más bajo que escuchaba desde la explanada frente al kallanka. En esta explanada también se halla otra piedra plana usada como altar para los sacrificios a los dioses. El recorrido sigue entre otras edificaciones usadas como viviendas y se acerca a la cascada donde las doncellas del Inca se bañaban. Cruzando el riachuelo de la cascada se accede a la segunda de las 3 áreas en que se divide la ciudad. En ésta hay más viviendas y la torre de los astrónomos. Las paredes de esta torre están diseñadas de tal manera que marcaban el paso de las estaciones dependiendo de la incidencia de los rayos de sol. Todo el conjunto está en un estado muy poco reconstruido, la mayoría de las paredes derrumbadas y es necesario un poco de imaginación para darse cuenta de la magnitud del sitio. Afortunadamente, dos de las paredes del kallanka permanecen en bastante buen estado y dan una idea volumétrica de sus dimensiones. El guía nos comenta que hay un plan aprobado para nuevos trabajos de restauración. Seguro que si se llevan a cabo, el lugar ganará mucho y quizás consiga el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad, que de momento no se le otorga. Él también nos cuenta que el 21 de Diciembre se celebra el “Kapac Raymi” y el 21 de Junio el Año Nuevo Andino-Amazónico. En ambos eventos, parte del ritual supone el sacrificio de una llama. Su sangre es vertida alrededor del altar como ofrenda a la Pachamama y su corazón se quema junto con plantas aromáticas como agradecimiento a otras deidades del mundo Andino-Amazónico.

Vista general del kallanka

Terminada la visita, Elmer nos lleva de vuelta a la casa donde tenemos las bicis. La sorpresa que nos espera es que el propietario de la pick-up nos dice que no tiene gasolina. Allí hay aparcado otro coche pequeño y nos dice que ese sí tiene gasolina, pero en ese no caben las bicis. Son las 4:30 y empezamos a temer lo peor: tener que pedalear de vuelta, con el viento en contra y subiendo por el empedrado. Pero en Bolivia siempre hay una solución. Sin entender muy bien porqué se va a buscar a su hijo. Al cabo de 20 minutos aparece el hijo y nos repite la misma historia de la gasolina. Hacemos un intento inútil de meter las bicis en el coche. Además éste va a gas y el tanque está dentro del maletero, reduciendo aún más el espacio disponible. De repente dice que va a cambiar la batería del coche a la pick-up y que nos vamos con ella, que seguro que llegamos a Epizana con la poca gasolina que tiene. Sin intentar entender nada, cargamos las bicis en la pick-up, la empujamos para que arranque, nos subimos en la cabina y rezamos para que no se agote la gasolina. En una hora estamos de regreso en Epizana. En definitiva, un día completo, con asfalto, empedrado, visita cultural, suspense y una prueba práctica de improvisación para resolver una situación inesperada con los recursos que tenemos al alcance. Por supuesto, la buena voluntad de la gente de aquí y, también hay que decirlo, el incentivo económico, ayudan.

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