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En esta etapa del viaje queremos explorar el Parque Nacional Los Glaciares un poco más a fondo que el turista habitual. En la parte Sur del parque (con base en El Calafate), además de visitar el glaciar Perito Moreno, queremos acercarnos al glaciar Upsala y al campo de hielo sur. Para ello nos desplazaremos en ferry a la Estancia Cristina y desde allí accederemos a los refugios Upsala y Pascale, propiedad del Instituto Nacional del Hielo Continental Patagónico. En la parte Norte del parque (con base en El Chaltén), además de caminar hasta los miradores del Cerro Torre y del Fitz Roy, remontaremos el río Eléctrico para tener una vista de la cara Norte del Fitz Roy y quizás del paso Marconi, punto de acceso al campo de hielo. Finalmente abandonaremos el parque a través del Lago del Desierto en dirección Norte hacia la inmediata frontera con Chile. Un ferry nos cruzará por el Lago O'Higgins hasta Villa O'Higgins, final (o comienzo, según se viaje) de la Carretera Austral.

 

 

Índice de esta etapa:

28 de Febrero: De El Calafate al Lago Roca
1 de Marzo: Del Lago Roca a Puerto Punta Banderas
2 de Marzo: De Puerto Punta Banderas al refugio Pascale
3 de Marzo: Del refugio Pascale a la Laguna Azul
4 de Marzo: Del refugio Pascale al refugio Upsala
5 de Marzo: Del refugio Upsala a Puerto Punta Banderas
6 de Marzo: De Puerto Punta Banderas a El Calafate (vía glaciar Perito Moreno)
10 de Marzo: De El Calafate al Puesto La Irene
11 de Marzo: Del Puesto La Irene a la Estancia Margarita
12 de Marzo: De la Estancia Margarita a El Chaltén
15 de Marzo: De El Chaltén al Campamento De Agostini
16 de Marzo: Campamento De Agostini
17 de Marzo: Del Campamento De Agostini al Campamento Poincenot
18 de Marzo: Del Campamento Poincenot a El Chaltén
20 de Marzo: Mirador de la Loma del Pliegue Tumbado

 

 

28 de Febrero de 2011: De El Calafate al Lago Roca

Cargados con la comida para varios días salimos de El Calafate por la ruta 15 hacia el Lago Roca. La pista es de ripio, mucho menos transitada que la asfaltada que lleva al Perito Moreno y agradable para pedalear en un día soleado y sin viento como hoy. Esta zona es sorprendentemente seca, comparada con las Torres del Paine. La vegetación se reduce a matorrales bajos y hierbas secas. Los únicos árboles que se ven durante el recorrido son los álamos plantados en las estancias alrededor de las viviendas para protegerlas del viento. Sólo cuando nos acercamos al Lago Roca se ven algunas lengas, precisamente en el camping donde pasamos la noche.

El nivel de agua del Lago Roca depende del estado del glaciar Perito Moreno y está relacionado con uno de los motivos que hacen a este glaciar mundialmente famoso. El glaciar vierte sus hielos en el Lago Argentino, el mayor del país. Este lago tiene una forma muy irregular, con un cuerpo principal y varios lóbulos conectados a él por canales. La desembocadura del lago se realiza por el Río Santa Cruz y nace en la punta Este del cuerpo principal. El glaciar Perito Moreno, que se forma en el Campo de Hielo Sur, al llegar a la orilla Oeste del lago Argentino sigue avanzando y el manto de hielo atraviesa uno de esos canales hasta llegar a la otra orilla del lago, formando una presa y separando al cuerpo principal del Brazo Rico y del Brazo Sur. La presa de hielo bloquea el agua que, de no existir el glaciar, fluiría desde estos brazos hacia el cuerpo principal. Como consecuencia, el nivel de agua en esos brazos sube respecto del cuerpo principal, pues no tiene desagüe posible. Con el paso del tiempo, generalmente unos pocos años, la diferencia de niveles a ambos lados de la presa de hielo es tal que la presión rompe el dique de hielo y se produce el espectacular rompimiento del glaciar. Otra consecuencia, mucho menos espectacular, es que al subir el nivel del Brazo Rico, el nivel del Lago Roca (que desemboca en el Brazo Rico) también sube y su extensión aumenta, inundando las llanuras que lo rodean. Actualmente, el dique está destruido, de manera que el paso de agua de los brazos al cuerpo principal no tiene obstáculo y, por tanto, el Lago Roca está en su nivel más bajo. Esta condición es aprovechada por aves acuáticas como cisnes y flamencos para alimentarse en las playas que habitualmente están cubiertas por el agua.

Mapa Lago Argentino

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1 de Marzo de 2011: Del Lago Roca a Puerto Punta Banderas

Nuestra intención para hoy era visitar el glaciar y acabar el día en el puerto Punta Banderas donde mañana cogemos el ferry hacia la estancia Cristina, en el Brazo Cristina del Lago Argentino. Sin embargo, como el día se levanta lloviendo y el cielo está nublado, sabemos que el glaciar no tendrá sol, con lo cual, pierde gran parte de su atractivo. Cambiamos los planes y nos vamos directos al puerto. Una de las razones que nos hace tomar esa decisión es el hecho de cada vez que se entra en el parque, hay que pagar la entrada de nuevo y no es precisamente barata. Así que hoy nos lo pasamos de largo con la esperanza de que al volver de la estancia Cristina el día esté despejado y podamos ver el Perito Moreno en todo su esplendor. Por supuesto, de camino hacia Punta Banderas, el viento nos viene de cara. Después de 25 km de ripio llegamos al asfalto y al cabo de unos pocos más se nos aparece un cartel de La Usina "Restaurante de campo". La tentación es demasiado fuerte y pecamos. Nos tratan de maravilla, con abundantes raciones de delicioso cordero patagónico y otros manjares. Con la panza llena, parece que el viento se nota menos.

En la guardería de Punta Banderas conocemos a Carlos, el guardaparques. Como de costumbre nos tratan con gran hospitalidad, ofreciéndonos todo tipo de comodidades y facilidades para pasar la noche. Con él conversamos largamente y nos aconseja algunas zonas para recorrer, alrededor de la estancia Cristina. Entre otras cosas nos cuenta que hace un par de años se desprendió un bloque de hielo gigante, de unos 2 km de anchura, del glaciar Upsala. La inmensa cantidad de icebergs que se generó inunda el brazo Upsala, creando una barrera de témpanos que impiden la navegación en ese brazo. Anteriormente, el barco que te llevaba a la estancia Cristina incluía en su recorrido una visita al frente del Upsala. Actualmente, la visita se limita al frente de la barrera de témpanos. Carlos nos pide una foto del estado del brazo, si tenemos oportunidad de llegar hasta un mirador desde el que se divise el mar de icebergs. Desafortunadamente, los puntos desde donde esa perspectiva sería posible están demasiado lejos de nuestro recorrido. Aun así le podremos ofrecer la ruta GPS del recorrido del ferry y, por tanto, de la posición de la barrera de témpanos a día de hoy.

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2 de Marzo de 2011: De Puerto Punta Banderas al refugio Pascale

El precio que hemos de pagar por el transporte hasta la estancia Cristina es abusivo. De hecho, nuestra tarifa es la misma que la del paquete que incluye paseo en 4x4 y el trekking por el Cañadón de los fósiles con guía. Aun sabiéndolo, aceptamos el coste pues creemos que las vistas que tendremos desde los alrededores del refugio Pascale y del Upsala serán estupendas. Para visitar esta parte del parque por libre se necesita un permiso que previamente hemos obtenido en la intendencia del parque en El Calafate. Allí Fernando nos dio información de los caminos de la zona y de los errores del mapa que tenemos.

IcebergEl recorrido en el barco de la estancia resulta interesante. A medida que se acerca a la barrera de témpanos, cada vez son más frecuentes los icebergs hasta el punto de que el capitán debe variar el rumbo para esquivarlos. Como el día está nublado, sólo se pueden apreciar las formas caprichosas del hielo flotante, pero no los tonos de azul ni los brillos. La barrera es realmente infranqueable. Los enormes bloques de hielo, algunos mucho mayores que nuestro barco, están pegados los unos a los otros sin dejar prácticamente espacio entre ellos. De cerca se pueden apreciar grietas, fisuras, arcos y todo tipo de formas esculpidas en hielo.

Laguna Anita

Vista del glaciar UpsalaCuando llegamos al puerto de la estancia, decidimos que usaremos el 4x4 que lleva a los demás turistas al mirador del Upsala, pues resulta que éste está al lado del refugio Upsala, punto de partida del camino hacia el refugio Pascale, nuestro destino del día de hoy. La vista desde el mirador es de 360 grados, pero el glaciar queda lejos, al igual que el Campo de Hielo. Al fondo del valle está el Lago Guillermo, con ese azul glacial al que ya vamos acostumbrándonos pero que no deja de maravillarnos. En realidad, el frente del glaciar que vemos, no es el que desprendió el iceberg monstruoso que bloqueó el brazo Upsala. Esa otra lengua nos queda oculta por una cresta de cimas al otro lado del Lago Guillermo. Aún más al oeste, al otro lado de esa segunda lengua, se alzan los picos que marcan el extremo Este del Campo de Hielo. Entre ellos se abren paso otros glaciares menores, afluentes del Upsala.

Camino del refugio Pascale

Emprendemos la marcha junto con el grupo organizado que se dirige al Cañadón de los fósiles. Al cabo de 10 minutos nos separamos de ellos, desviándonos hacia el camino que nos llevará al refugio Pascale. Aquí empieza una sucesión de formaciones rocosas que serían el paraíso para cualquier geólogo. Lo primero que destaca son los fósiles de belemnites incrustados en una roca oscura, pulida probablemente por un glaciar ya desaparecido. Este molusco del Jurásico y Cretácico es el antepasado de los actuales calamares. Su cuerpo tiene forma cónica, de hasta 10 cm de largo por 1 de diámetro. El color blanco de los fósiles salpica el gris oscuro de la roca. Sobre esta misma roca lisa vemos chorretones de tonos rojizos y anaranjados brotando de diferentes huecos. En algunos de estos huecos todavía se encuentran fragmentos de pirita que al oxidarse genera esos regueros que tanto destacan sobre la roca gris. Además, la roca está atravesada de acanaladuras, paralelas entre ellas y de diferente profundidad, todas ellas en la dirección de la máxima pendiente. Podrían ser efecto de la erosión producida por piedras arrastrada por ese antiguo glaciar.

Roca multicolorPasada esta primera zona de sorpresas, nos adentramos en una zona espectacular por la riqueza cromática de los estratos. Una capa de probablemente algún mineral rico en óxido de hierro de color naranja resalta entre dos estratos de pizarra negra. Más adelante, los bloques de roca en el camino tienen multitud de capas de varias tonalidades: de marrones a ocres, pasando por violáceos. Más adelante, el corte vertical de un acantilado nos muestra un amontonamiento de sedimentos que cubren toda la gama de marrones plegados sobre sí mismos de manera imposible. Los picos nevados a un lado y el cielo azul intenso de fondo proporcionan imágenes dignas de postal.

Seguimos avanzando hacia el refugio Pascale entre todo tipo de curiosidades: losas gigantes atravesadas por grietas totalmente rectas, formando cuadrículas, perpendiculares a veces, oblicuas en otras; pequeñas piedras que coleccionamos en nuestros bolsillos con una variedad de colores anormal; islas de pizarra frágil hecha añicos, por la que pisamos suavemente para no fragmentarla aún más. El camino sigue de sorpresa en sorpresa sin descanso hasta llegar al remate de la Laguna Pascale. A un lado está limitada por el paredón de la cordillera que nos separa del glaciar Upsala. Al otro se encuentra la única zona plana de dimensiones considerables de todo el recorrido, precisamente donde está ubicado el refugio. El agua del lago es increíblemente cristalina y la arena dorada de la playa del encabezamiento parece más propia del Caribe que del Campo de Hielo. Sin embargo, lo peculiar de esta laguna es el color de sus aguas. Cuando están iluminadas por el sol, la gradación de azules va desde un azul turquesa en las orillas hasta un azul eléctrico intenso en la parte más profunda, incluso violácea. Según nos contarán más tarde, la explicación de este fenómeno es que su fondo está cubierto por rocas con alto contenido en hierro y magnesio, como las que hemos visto por el camino. Estas rocas tienen tonos marrones, rojizos y morados. Al filtrase los rayos solares y rebotar en el fondo, esos azules tan diferentes son reflejados. Incluso parece que en días sin viento, cuando la superficie está calmada, el agua toma colores violetas.

Camino del refugio Pascale

Laguna PascaleEl refugio Pascale es muy básico: una estructura de madera recubierta de chapa con una ventana minúscula, unas literas de pared a pared, una mesa pequeña y un banco de muñecas. En el exterior, las esquinas del techo están ancladas a grandes rocas mediante gruesos alambres bien tensados. Sin embargo, a nosotros nos parece un oasis cuando entramos dentro, a cobijo del viento enloquecedor.

 

 

Condor en busca de carroñaPor la tarde, explorando los alrededores del refugio, llegamos a un acantilado desde donde apreciamos desde la altura un río serpenteando abajo en el valle y los picos nevados de la vertiente opuesta. Sentados en el suelo para evitar la continua lucha contra las ráfagas de viento, debemos tener aspecto de carroña porque un par de cóndores realiza todo tipo de piruetas en el aire para acercarse a nosotros de manera casi intimidante. Nos sobrevuelan a menos de 15 metros, distancia suficientemente corta como para observar sus collares blancos alrededor del cuello y los pellejos colgando de la cabeza. Judit les grita que todavía estamos vivos pero no se convencen hasta que abandonamos nuestro mirador.

El otro único habitante del refugio es un pequeño ratón que entra y sale fugazmente por un hueco entre  la chapa y el suelo. El viento sigue aumentando su furia y para cuando nos metemos en el saco de dormir, nos sentimos como el primer cerdito del cuento de Los Tres Cerditos.

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3 de Marzo de 2011: Del refugio Pascale a la Laguna Azul

Rocas policromáticas

El cielo está cubierto de nubes grises cuando nos encaminamos hacia la Laguna Azul. El camino marcado por mojones de piedra discurre por la orilla de la Laguna Pascale hasta su playa norte. Ahí remonta por un cañón pedregoso que nos transporta al Jurásico. Las rocas tienen múltiples gamas de colores, casi parecen de decorado de una película. Además de la gradación del ocre al morado, éstas tienen unas manchas verdes, de la tonalidad del óxido de cobre, y otras grisáceas. El angosto barranco se bifurca varias veces y en alguna ocasión perdemos las marcas. De todas maneras ya tenemos la Laguna Azul a la vista y exploramos la zona por nuestra cuenta. Probamos a subir a varios de los cerros que nos rodean, pero un cordón de cimas nos bloquea la vista de gran parte del Upsala. Aun así tenemos una extensa vista del Campo de Hielo, pero en blanco y negro, por la falta de sol. No me extenderé en la descripción de la panorámica, pues mañana repetiremos la excursión con un día claro como pocos en Patagonia.

Glaciar Upsala y arcoiris

Condor sobrevolandonosEn unos de los miradores, un cóndor hambriento nos acecha de nuevo. Hoy también podemos recrearnos en todos los detalles de su anatomía, como las puntas separadas de las plumas remeras o sus garras afiladas. Parece increíble que puedan volar en medio de este vendaval. Dejándose llevar por el viento, en un instante pasa de sobrevolarnos a estar en el paredón vertical al otro lado de la laguna. Lo que no entiendo es cómo al siguiente instante vuelve a estar encima nuestro.

De regreso al refugio intentamos otras rutas para franquear el cordón que nos separa del glaciar, pero en realidad es una sucesión de crestas escarpadas, así que abandonamos. A media tarde nos recogemos en la semioscuridad del refugio. Mientras las chapas repiquetean, vemos a través de la puerta las turbulencias que las ráfagas crean en la superficie de la laguna de enfrente.

Panorama Upsala con 4 Judits

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4 de Marzo de 2011: Del refugio Pascale al refugio Upsala

Plegamientos

Frontal del Upsala en la Laguna AzulRoca multicolor

 

 

 

 

 

 

 

Hoy recorremos rápidamente el mismo camino de ayer hasta la Laguna Azul, pero esta vez sin perderlo. Los mojones nos llevan a un promontorio, a más altura de la que estuvimos ayer. El cielo está totalmente despejado, ni una sola nube y desde aquí vemos los glaciares afluentes del Upsala: Bertacchi, Cono, Murallón y otros sin nombre. Hacia el Norte, a muchos kilómetros se ve perfectamente una cordillera totalmente nevada en el medio del Campo de Hielo. Todo lo que alcanza la vista está cubierto por hielo o nieve. Y esto es sólo el ápice de la inmensa extensión del Campo de Hielo Sur. La vista es difícil de describir. Para sentirla hay que estar ahí, achinando los ojos para evitar que el viento te arranque las lágrimas.

Estratos multicolorRocas multicolor

 

 

 

 

 

 

El regreso al refugio Upsala discurre por el mismo sendero que ayer, pero con el día absolutamente soleado, de manera que los colores que ya habíamos visto al venir resaltan aún más. Después de descargar las mochilas en el refugio, hacemos un tímido acercamiento a la lengua del Upsala que descarga en el Lago Guillermo. De nuevo el territorio nos parece de otro planeta o de éste, pero de otro tiempo. Seguimos un camino poco marcado que bautizamos como el sendero de la pirita. A cada pocos pasos encontramos una piedra de este mineral cada vez más grande, brillando entre la pizarra triturada. El sendero sigue la línea que separa un estrato de pizarra de otro de color rojizo. En cierto tramo encontramos unas huellas desdibujadas en la pizarra hecha trizas que no sabemos identificar. Parecen demasiado grandes para ser de guanaco, pero no queremos que sean de puma, así que resolvemos que son de bebé de Tiranosaurio Rex. El mirador al que llegamos todavía está muy lejos del frente del glaciar y la tarde ya está demasiado avanzada, así que nos volvemos al refugio.

Estrato anaranjado

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5 de Marzo de 2011: Del refugio Upsala a Puerto Punta Banderas

En teoría ayer deberíamos haber regresado a Punta Banderas en el ferry, pero todavía queremos explorar una zona más de este área del parque. Nuestras reservas alimentarias se están agotando así que tras un desayuno frugal, dejamos el panel solar cargando la batería detrás del refugio y nos vamos de caminata.

Refugio UpsalaBloque de hielo cayendo

 

 

 

 

 

 

 

El día se ha levantado sin una nube, ¡ni siquiera hace viento! El lago frente al refugio parecía un espejo. Nuestro objetivo de hoy es llegar a algún punto desde donde podamos ver el mar de icebergs que mantiene bloqueada la navegación por el brazo Upsala. Desde el refugio ascendemos al mirador sobre el Lago Guillermo y flanqueamos el canchal en dirección sud-oeste. Avanzamos lentamente siguiendo un camino de guanaco, sorteando canales y tarteras. Pronto nos damos cuenta de que no podremos llegar a la cima a la que nos habíamos propuesto subir. El ferry que nos lleva de vuelta a Punta Banderas sale a las 5 de la Estancia y nuestro regreso pasa por el Cañadón de los Fósiles, al que queremos dedicarle tiempo suficiente. De todas maneras, la cima hasta la que llegamos está encarada hacia el glaciar y nos proporciona mejores vistas que ninguna de la que hemos tenido hasta ahora.

Frente del glaciar

Para cuando ascendemos la ladera que nos lleva de regreso al mirador turístico, el primer grupo organizado ya ha llegado. Sus miradas son de sorpresa al ver aparecer dos humanos desde el inframundo pétreo que queda por debajo del mirador. De todas maneras, nos prestan poca atención, pues están demasiado extasiados con las magníficas vistas del glaciar.

Entrada al Cañadón de los fósiles

Recogemos nuestros bártulos del refugio y nos encaminamos hacia el Cañadón. Allí nos unimos al grupo organizado de la Estancia, pero como las explicaciones no son demasiado informativas y su marcha es bastante lenta, decidimos seguir adelante a nuestro paso, aprovechando que se paran para comer. La bajada por el Cañadón es espectacular y, a ojos del grupo que nos persigue, magnífica. Sin embargo, ellos no han visto las formaciones y los colores que hay de camino hacia el refugio Pascale. Aun así, todavía nos sorprenden algunos rincones. Al cabo de unos 3 km, el Cañadón se abre a una llanura amplia por donde el río Catarina fluye hasta la Estancia Cristina. Los 11 km restantes carecen de interés y en estos momentos ya no tenemos nada de comida, ni una triste barrita energética. El trayecto se hace interminable. Hace kilómetros que la Estancia está a la vista, pero se acerca muy lentamente. Al llegar nos abalanzamos sobre el mostrador de pasteles de su restaurante y nos sentamos a devorarlos. El camarero no ve tan hambrientos que nos regala un puñado de madalenas sobrantes de las bolsas de picnic con las que ceban a sus rollizos turistas.

Dibujos en la rocaCaballos cerca de la estancia Cristina

 

 

 

 

 

 

 

 

El regreso en el ferry nos ofrece avistamientos de los icebergs que días atrás vimos sin sol, pero el capitán navega a toda velocidad para recuperar el tiempo perdido por la lentitud del grupo del Cañadón. Al pasar por la Boca del Diablo, la zona más angosta del Lago Argentino, el viento levanta un oleaje considerable. Por algún motivo que desconocemos el capitán vira a babor provocando que la proa levante salpicaduras de un par de metros que el viento lanza con furia contra el costado del barco. Los turistas sacan sus cámaras de vídeo para grabar cómo el agua se estrella violentamente contra los cristales. Quizás es una manera de lavar ese costado del barco o de añadir un punto más de excitación a la aventura de sus clientes.

Al llegar al puerto Punta Banderas reencontramos nuestras bicis, pero ya es demasiado tarde para salir, así que otra vez dormimos en el puerto.

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6 de Marzo de 2011: De Puerto Punta Banderas a El Calafate (vía glaciar Perito Moreno)

Panorama del glaciar Perito Moreno

Para el día de hoy nos hemos marcado un reto que batirá de largo la máxima distancia que hemos recorrido en un día en lo que llevamos de viaje. Para hacer el objetivo más asequible dejaremos las alforjas en la entrada del parque y recorreremos los 30 km de ida y los 30 de vuelta hasta el glaciar sin peso. En el camino de ida, a medida que rodeamos la península Magallanes, el viento se intensifica, pero a cada curva la impresionante lengua del Perito Moreno se hace más visible. Aunque la carretera está asfaltada, estos 30 km se hacen incrementalmente duros. Finalmente llegamos a la cafetería del mirador. Después de la experiencia del arroz 3 delicias de ayer noche, la idea de desayunar un arroz a los 4 quesos (la única comida que tenemos) no era muy tentadora, así que aún estamos en ayunas. Los 10 minutos que faltan para que los bocadillos salgan de la cocina parecen horas. El bocata de milanesa con jamón y queso, más el pastel de chocolate y dulce de leche sirven para apaciguar el hambre atrasada. Por si acaso, nos llevamos un par más de pasteles para el camino de vuelta.

Detalle del frontalLa caminata por las pasarelas del Perito Moreno es algo que no puede defraudar a nadie. Ver esa masa inmensa de hielo de 60 metros de altura, 5 km de anchura y 30 km de longitud a tan sólo unos 150 metros de distancia nos hace recordar que diminutos somos ante los fenómenos de la naturaleza. Y esa mole se mueve a 2.2 metros por día en el centro de su lengua. La verdad es que, con tanta pared delante, se hace difícil la vigilancia de bloques desprendiéndose. Por suerte, todos los espectadores están alerta y se convierte en un trabajo en equipo de manera natural. El primero que ve un desprendimiento, apunta con el dedo y grita. El resto sigue las indicaciones. En ocasiones nadie ve nada y sólo se oye el estruendo del bloque al chocar contra el agua. Para cuando el ruido llega a las pasarelas, han transcurrido suficientes segundos como para que la mayor espectacularidad de la salpicadura ya haya pasado. Algunas de las fisuras que se ven en el muro de hielo son tan profundas que parece mentira que las cúspides entre ellas se sostengan. Algunas incluso forman extraplomos y siguen sin caer. Y es que nos olvidamos de que estamos ante hielo duro como roca. Es divertido oír las apuestas de los presentes sobre cuál de ellas va a caer primera. Siempre es alguna otra que nadie vigila. Por supuesto, el bloque grande cae cuando te has cansado de esperar y ya te has ido. Desde una pasarela en el interior del bosque oyes el gran estruendo. Según nuestras observaciones, los pasajeros de los barcos que se acercan al frontal tienen más probabilidades de verlos. Por algún motivo en esa zona, o a esa hora del día, los bloques grandes caen con más frecuencia. O será que ellos pagan más.

Judit y Cèsar en las pasarelasLa vuelta a la entrada del parque, donde recogeremos las alforjas, es a favor del viento y tardamos casi la mitad de tiempo en recorrerla. Sin embargo, el tráfico es horrible, no tanto por la cantidad como por el poco respeto de los conductores. Aunque vamos a 30 km/h de media (a veces incluso por encima de las limitaciones de tráfico), nos adelantan en curvas sin visibilidad y cambios de rasante, sin dejar suficiente espacio… Cuando nos cansamos de que nos pongan en peligro, tomamos la determinación de pedalear por el centro del carril cuando consideramos que no es seguro permitir que nos avancen. Al llegar a la entrada del parque llevamos ya 75 km y nos quedan unos 50 más hasta El Calafate, así que necesitamos un incentivo suficientemente satisfactorio para seguir pedaleando. Una parrillada buffet libre parece ser una magnífica recompensa, de manera que nos ponemos pedales a la obra. La mayor parte del trayecto es en dirección Este, es decir, a favor del viento, pero por alguna extraña razón, hoy sólo sopla una ligera brisa. Aun así, conseguimos una media de 25 km/h. Al llegar al hostal, nos damos una ducha rápida y a por la parrillada. La recomendación que mi peluquera de El Calafate nos hizo hace unos días es más acertada que el corte de pelo. En el restaurante Rick´s nos hartamos de cordero, carne de res y chorizo. Lo mejor, sin duda, la paleta de cordero, aunque las costillitas bien tostadas también están de rechupete. El camarero casi nos echa del local. Terminamos la noche con un helado artesanal y un largo paseo por la avenida para ayudar en la digestión a nuestro atormentado estómago.

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10 de Marzo de 2011: De El Calafate al Puesto La Irene

Después de un par de días de planificación, llamadas y burocracias, ayer decidimos retomar las bicis y salir hacia El Chaltén. Al remontar la subida a la salida de El Calafate, empieza a llover. Tardamos demasiado en ponernos el gore-tex y los pantalones de lluvia. Para cuando los tenemos puestos, el viento lateral nos ha empapado de arriba a abajo. Nos refugiamos en el puesto policial por un momento, pero la moral ha caído por los suelos y nos volvemos al hostal.

Hoy sí, después del rehúse de ayer, aunque diluvie nos vamos de El Calafate. El pueblo se ha convertido en una trampa y nos retiene, haciéndonos deleitar sus chocolates día tras día. Los primeros kilómetros hasta el entronque con la famosa Ruta 40 son fáciles, pues el viento nos viene de cola. Antes de llegar al cruce nos encontramos con Àlex, un bombero de Lleida que tiene planes de dar la vuelta al mundo en su bici. Él viaja hacia el Sur, así que intercambiamos datos sobre zonas que ya hemos recorrido. Mientras nos quejamos mutuamente sobre el viento (hemos de reconocer que con un poco del placer que deben sentir los masoquistas), llega otro ciclista en nuestra misma dirección: Daniel, un francés que lleva ya 3 años y medio viajando, la mayoría del tiempo en bici. Con él nos encontraremos varias veces durante los siguientes días. Se entabla una conversación a 4 bandas durante casi una hora.

Empezando la Ruta 40Al tomar la R40 en dirección Noroeste, nuestra media que hasta el momento había sido de 30 Km/h cae a 10 Km/h. En fin, no nos podemos quejar porque ya lo sabíamos y aun así decidimos venir. Tal como la describe la guía de Lonely Planet: viajar en bicicleta por la Ruta 40 es una experiencia que pone los nervios de punta por el viento. Cruzamos el amplio Río Santa Cruz, desagüe del Lago Argentino. El azul lechoso de sus aguas es precioso al sol. Más adelante cruzamos el Río de La Leona. A medida que pasan los kilómetros, el viento aumenta. Además, la R40 se acerca al lago con lo cual no hay barrera que nos proteja. Para acabar de rematarlo, la subida que vemos delante, aunque suave se hace interminable. Judit y yo vamos haciendo relevos pero al llegar al Puesto de vialidad La Irene ya hemos tenido suficiente por hoy. Casualmente, Daniel está allí. Nos preparamos una infusión para combatir las bajas temperaturas que han entrado estos días. El encargado del puesto nos recomienda levantarnos temprano para aprovechar la calma matinal del viento. Prometemos hacerle caso y acampamos.

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11 de Marzo de 2011: Del Puesto La Irene a la Estancia Margarita

Bandera en Estancia La LeonaEfectivamente, casi no hay viento a las 7 de la mañana, así que aprovechamos. Sin tan solo desayunar nos lanzamos carretera abajo, para retomar la orilla del río. El aire está helado y aunque los dedos no responden demasiado al cerebro, nos alegramos de poder pedalear sin que la chaqueta de gore-tex te empuje el pecho hacia atrás. La situación mejora cuando el sol aparece por encima de la loma que tenemos al Este. Parece que los fluidos lubricantes de las rodillas se hacen menos densos con el calor y rodamos con más facilidad. Definitivamente mejora cuando llegamos a la Estancia La Leona. Al ver las ruedas de carro y el mástil con la bandera argentina, me vienen a la memoria muchos recuerdos de cuando estuve aquí la primera vez, con Pablo, pero para eso tenéis su relato. Desayunamos en su confitería, pegados a la única ventana por donde entra el sol, todavía bajo en el horizonte. Esta estancia tiene un aire especial. Leyendo las historias que aquí ocurrieron, saboreamos un pastel de limón y nuestras bebidas calientes. Desgraciadamente, al cabo de media hora aparecen los primeros autobuses cargados con hordas de turistas que entran precipitadamente como si el frío de los 20 metros desde su vehículo a la confitería fueran terribles. Al entrar, sus miradas parecen decir: ¡Ah¡ estos son los pirados de las bicis que están afuera!… Quizás no saben que eso sólo nos hace sentir bien. Cuando su conductor los llama de vuelta al bus, han de engullir los últimos bocados de su desayuno a toda velocidad, mientras que nosotros, libres de horarios, pedimos otro café con leche y disfrutamos nuevamente de la calma de una confitería privada.

Desayunando en La LeonaQuizás nos lo hemos tomado con demasiada calma. El viento ya está aquí, aunque suave… de momento. En unos cuantos kilómetros más abandonamos la R40 y tomamos la carretera 23 que nos llevará a El Chaltén, final del asfalto y a un paso de la frontera con Chile. Pero todavía quedan 90 km de viento para eso. El terreno es llano, el asfalto bueno, pero no podremos llegar hoy. Simplemente, el viento nos agota. Cuando llevamos casi 100 km desde esta mañana, la Estancia Margarita parece una opción excelente para pasar la noche. Esos álamos y edificaciones nos proveerán un reparo perfecto. Allí nos encontramos a Daniel de nuevo.

Estancia La LeonaEl espacio que uno de los peones nos ofrece para montar la tienda está sucio de escombros y otros trastos. Parece el lugar preferido para los perros de la estancia… Ahí no vamos a acampar, hacinados entre bidones y alambres oxidados. Apoyamos las bicis en un poste y recorremos el lugar en busca de un espacio más decente. Pedimos permiso para montar la tienda frente a una de las casas deshabitadas y el peón accede a regañadientes temiendo la reprimenda del patrón, pero entendiendo nuestra petición. Mientras, uno de los perros ha aprovechado para marcar territorio en mi alforja. ¡Genial! Ahora todos los perros de América del Sur, van a querer hacer lo mismo.

Panorama en la Ruta 40Los temores del peón se hacen realidad cuando, ya siendo oscuro y estando dentro del saco, el patrón regresa de donde estuviera y se acerca a nuestra tienda dando palmadas y gritos. No nos quiere dejar que pasemos la noche delante de la casa vacía. Intentamos hacerle entrar en razón, para que no nos haga recoger todo. Refunfuñando se va en busca del peón, siguiente víctima de sus malos modales. Sin duda la excepción a la norma de la hospitalidad patagónica. Aunque la noche promete ser fría, mi querida alforja meada va a tener que dormir fuera de la tienda.

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12 de Marzo de 2011: De la Estancia Margarita a El Chaltén

Cerro Torre y Fitz Roy al amanecer

El truco de levantarnos antes que el sol, hoy no funciona. Aunque no muy fuerte, el viento ya se ha despertado. Nuestra recompensa al madrugón viene a las 7:15, cuando en la recta infinita que apunta directamente hacia el Cerro Torre y el Fitz Roy vemos cómo los primeros rayos de sol iluminan sus cimas despejadas. Toda la pampa está todavía en la penumbra. Sólo la punta helada del Torre brilla bajo una capa horizontal rosada que acaricia todas las cumbres. Las lágrimas brotan de nuestros ojos, pero no de emoción sino por el viento helado. Paramos para hacer unas fotos y de paso devolver a la vida algún que otro miembro. La temperatura esta mañana era de 4 grados.

Fitz Roy al amanecerCèsar pedaleando al amanecer

 

 

 

 

 

 

 

Reemprendemos la marcha precedidos por un carancho que patrulla la carretera en búsqueda de liebres atropelladas. No le cuesta mucho encontrar un par de congéneres desayunando. Nosotros esperamos a los primeros rayos calientes, para parar a desayunar en la cuneta. ¡Ding, ding! Al cabo de unos minutos aparece Daniel haciendo sonar la campanilla de su bici. Se une a nosotros para disfrutar del desayuno caliente y de la magnífica vista que tenemos: el frente del glaciar Viedma sobre el lago de su mismo nombre, las crestas nevadas, el Cerro Torre y sus agujas vecinas y el omnipresente Fitz Roy con sus propias seguidoras.

Cerro TorreFitz Roy

 

 

 

 

 

 

El recorrido hasta el pueblo nos descubre poco a poco más picos, a medida que superamos las lomas que nos separan de la población. Al enfilar la última recta, descubrimos que El Chaltén ya no es el pueblito que recordábamos. Ha crecido desmesuradamente para acoger la demanda turística de los últimos años. ¡Hasta tiene un par de calles asfaltadas! De todas maneras, detrás de las casas siguen las maravillas que visitaremos en los próximos días. Paramos en el centro de visitantes del parque para recoger información de las posibles excursiones y nos adentramos en el pueblo cruzando el puente del Río Fitz Roy.

Cerro Torre y Fitz Roy

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15 de Marzo de 2011: De El Chaltén al Campamento De Agostini

Cerro Torre y Fitz Roy desde El Chaltén

Mientras desayunamos en el hostal El Cóndor de los Andes, a través de las vidrieras del comedor vemos las puntas del Fitz Roy y del Cerro Torre iluminadas por el sol, pero el pueblo y las lomas que lo rodean todavía están a oscuras. El cielo está limpio de nubes, perfecto para la excursión que tenemos planeada para hoy.

Cerro Torre desde la Laguna TorreDespués de algunos recados y llamadas, preparamos las mochilas y nos encaminamos hacia el campamento De Agostini, al pie de la Laguna Torre. El camino nos resulta familiar, pues ya hemos estado aquí con anterioridad. Cada pocos kilómetros, tenemos una buena vista del Torre y sus agujas vecinas, bien porque superamos una cima o porque el bosque se aclara. En el tramo final, la llanura por la que discurre el transitado sendero ofrece una panorámica de todo el fondo del valle. Al Sur el Cerro Solo, al Oeste el Cordón de Adela seguido por el indiscutible protagonista, el Cerro Torre. Tras él las Agujas Egger, Herron y Standhardt. Poco a poco, el cielo azul tras los picos se va tornando blanco y para cuando llegamos al campamento, las paredes de roca ya no contrastan con el azul. Dejamos la tienda montada y nos encaminamos hacia el Mirador Maestri. Para ello subimos a la morrena frontal del antiguo glaciar para descubrir la Laguna Torre. En la orilla más próxima se balancean algunos icebergs provenientes del ahora retirado frente del Glaciar Grande. El sendero resigue la cresta de la morrena frontal y de la lateral hasta un punto donde la pendiente de la montaña propicia demasiadas avalanchas de rocas. Desde este mirador, se tiene una mejor perspectiva del Glaciar Grande, pero las agujas más al Norte del Torre quedan escondidas por las faldas empinadas. Decepcionados por no poder ver más allá nos regresamos en búsqueda de otro punto de vista más favorable.

Una vez llegados a la morrena frontal nos acercamos al nacimiento del Río Fitz Roy, and el lado Sureste de la laguna. Para cruzarlo, los tour-operadores han instalado una tirolina. La temperatura y la corriente hacen poco aconsejable cruzar a pie, pero tampoco venimos preparados para usar la tirolina, así que esta será nuestra mejor vista del fondo del valle. Desde aquí ahora quedan descubiertas las otras agujas: Bífida, Inti, Atchachila y 4 Dedos. Más a la derecha aún observamos por primera vez un pico de paredes casi verticales pero de cima plana, del que desconocemos el nombre. Hacia media tarde el frío empieza a ser notable, así que cenamos y nos retirarnos a la tienda.

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16 de Marzo de 2011: Campamento De Agostini

Tal como anunciaba la previsión meteorológica, está lloviendo. Sin embargo, Judit ha visto que al Este el cielo está estrellado así que nos levantamos por si algunos rayos bajos de sol llegaran hasta las agujas. Esperamos media hora en la parte más alta de la morrena, pero está lloviznando y no parece que el amanecer vaya a ser nada espectacular, así que nos volvemos al saco. Sigue lloviendo y el viento aumenta. Hoy va a ser un día de perros así que nos lo tomamos con mucha calma. De todas maneras nuestro plan ya contaba con pasar aquí otra noche en espera de un amanecer claro. El día discurre poniendo al corriente las fotos y el relato de las últimas jornadas así como leyendo sobre las regiones más al Norte para definir por dónde sigue nuestro viaje.

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17 de Marzo de 2011: Del Campamento De Agostini al Campamento Poincenot

Ave rapaz en el campamento de AgostiniDe buena mañana nos visitan un par de rapaces que deambulan por el campamento como cualquier de los otros excursionistas. Las nubes siguen ocultando el Cerro Torre y su entorno, así que nos ponemos en camino hacia el campamento Poincenot, en la base del Fitz Roy. Después de deshacer parte del camino en dirección a El Chaltén, el sendero asciende hasta una llanura donde bordea las lagunas Nieta, Hija y Madre. La lluvia de estos dos días pasados ha caído en forma de nieve en los picos. El Fitz Roy y sus agujas van apareciendo a medida que avanzamos, también gracias a que el cielo se va destapando.

 

 

 

Panorama desde la Laguna La Hija

Acampamos en el Poincenot y después de comer subimos al mirador de La Laguna de los Tres. En un buen día éste es un mirador de postal: una laguna azul donde se reflejan todas la agujas: Fitz Roy, Poincenot, Rafael, Saint-Exupery, de la “S”… Al llegar arriba somos afortunados y aunque el sol no está en una buena posición para iluminar las paredes, por lo menos el cielo se ha despejado. La mayoría de las paredes encaran al Este, así que mañana intentaremos ver la salida del sol desde aquí. De momento disfrutamos de la buena vista por un largo rato. Antes de iniciar el regreso al campamento, nos acercamos al mirador de la Laguna Sucia, donde caen bloques de hielo desde lo alto del acantilado en el que el glaciar finaliza abruptamente.

Vista desde la Laguna de los Tres

Desde un claro del bosque en el campamento, desde donde podemos ver las cumbres, preparamos la cena bajo la supervisión de un par de carancho en búsqueda de comida fácil. Cuando se pone el sol tras el muro de agujas, la temperatura cae en picado y nos metemos en la tienda.

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18 de Marzo de 2011: Del Campamento Poincenot a El Chaltén

Amanecer desde la Laguna de los Tres

Aunque sólo se ven unas pocas estrellas subimos de nuevo al mirador de la Laguna de los Tres. Igual que en las Torres del Paine, el sendero de subida está salpicado de lucecitas que ascienden lentamente. Con las agujas parcialmente cubiertas, al igual que el horizonte por el Este, el amanecer no se presenta muy prometedor. Sólo en algún breve momento se ven colores rojizos a media pared. Por lo menos las nubes entre nosotros y el sol nos ofrecen un buen espectáculo de fuego. Un poco decepcionados, nos regresamos al campamento y empezamos el regreso hacia El Chaltén. Por el camino, empieza a lloviznar. Nos cruzamos con bastantes excursionistas que aún conservan sus esperanzas de llegar a alguno de los miradores y ver el Fitz Roy. No queremos desilusionarlos, pero las probabilidades son cercanas a cero. Sin embargo, esto es Patagonia y en un mismo día se pueden ver las 4 estaciones del año…

Fitz Roy al amanecerAmanecer desde la Laguna de los Tres

 

 

 

 

 

 

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20 de Marzo de 2011: Mirador de la Loma del Pliegue Tumbado

Cerro SoloSiguiendo los consejos de los guardaparques, hoy subimos al mejor mirador del parque, el de la Loma del Pliegue Tumbado. La subida de 9 km hasta el primer mirador, aunque continua, es suave. El mirador verdadero está en el pico que todavía queda a 3 km y 250 metros de desnivel. Sin embargo, desde aquí ya hay muy buena vista. Es decir, si no hubiera nubes tapando todos los picos. A la derecha se ve entre nubes el macizo del Fitz Roy con alguna aguja de la parte trasera que no habíamos visto desde otros miradores. En el centro está el Cerro Torre y sus agujas totalmente envuelto en nubarrones. Sin embargo, se llega a ver el valle que no pudimos ver hace unos días desde el campamento De Agostini. Ahora nos queda claro que es el área más agreste y espectacular de todo lo que hemos visto en la zona de El Chaltén. A la izquierda, el Cerro Solo, el único que está visible. Es realmente una lástima que no tengamos un día descubierto. Si mañana se levanta despejado, lo volveremos a probar antes de empezar a pedalear hacia el Lago del Desierto.

Vista desde el mirador de la Loma del pliegue tumbado

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