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En esta etapa recorremos parte de la famosa Carretera Austral. Empieza en Puerto Montt y termina en Villa O’Higgins. Como ya pasamos por aquí hace unos años, esta vez hemos decidido ver la parte Argentina de la cordillera. Así que nuestro itinerario empieza en Villa O’Higgins y discurre hacia el Norte por la carretera Austral, pero nos desviaremos hacia Chile Chico para cruzar los Andes hacia Los Antiguos, ya en Argentina. Por el camino haremos un par de desvíos, uno a Caleta Tortel y el otro al valle Chacabuco.

 

Índice de esta etapa:

27 de Marzo: De Villa O'Higgins al Rio Resbalón (Perfil)
28 de Marzo: Del Rio Resbalón a Caleta Tortel (Perfil 1ª parte) (Perfil 2ª parte)
29 de Marzo: De Caleta Tortel a Cochrane (Perfil)
30 de Marzo: De Cochrane a la Reserva Nacional Tamango (Perfil)
31 de Marzo: De la Reserva Nacional Tamango a la Estancia Chacabuco (Perfil excursión) (Perfil bici)
1 de Abril: Visita al Valle Chacabuco (Perfil)
2 de Abril: De la Estancia Chacabuco a Puerto Bertrand (Perfil)
3 de Abril: De Puerto Bertrand a Mallín Grande (Perfil)
4 de Abril: De Mallín Grande a Chile Chico (Perfil)
5 de Abril: De Chile Chico a Perito Moreno (Perfil)

 

27 de Marzo de 2011: De Villa O'Higgins al Río Resbalón

Villa O’Higgins es un pueblito pequeño y no nos lleva más de 10 minutos recorrerlo en bici, suficientemente para quedarnos con una impresión de lo que es. Cuenta con edificios públicos nuevos como la biblioteca y el gimnasio, junto a casas de aspecto variado y otras de protección oficial. Parece que los habitantes gozan de múltiples subvenciones para favorecer la permanencia.

Entre la breve visita, las compras de comida y sobre todo las charlas con Paqui y Jorge, al final no salimos hasta el mediodía. Nuestra primera parada es en la desembocadura del Lago Cisnes donde, según todos cuentan, pescar es cosa de niños. Bajamos a una playita más abajo del puente y mientras Judit se pone a leer yo pruebo suerte con las truchas. Al cabo de ¾ de hora y de perder un par de anzuelos, un todoterreno baja a la orilla del lago. El papá y sus dos niñas se ponen a pescar allí. Cuando el padre se da cuenta que se ha dejado las luces del coche encendidas, no se le ocurre otra cosa que arrancar el motor y dar acelerones para cargar la batería. El viento me trae todo el humo del escape y a pesar de mis quejas él sigue con su estúpido objetivo. Al final me canso y cabreado recojo el material y le felicito por su educación. No sólo no se inmuta sino que además la gordita de su hija acaba de pescar una trucha la mar de maja. Desesperado por la impotencia y la envidia, salimos disparados del lugar.

Cascadas en la Carretera AustralLa carretera al principio bordea varios lagos, pero más adelante ambos lados están cubiertos por un mallín gigante que se extiende hasta la falda de las montañas. La verdad es que no nos sorprende que haya tanta agua. Además de toda la lluvia que cae en la zona, desde las cumbres nevadas bajan infinidad de torrentes y cascadas que vierten sus aguas en la llanura del valle. El río no da abasto a drenar esa cantidad de agua hacia el Lago O’Higgins que se acumula en la planicie inundándola. La pista de grava rompe la homogeneidad del paisaje, y aunque nos permite circular por la región, claramente se percibe como algo artificial y fuera de lugar.

La lluvia cae intermitentemente y con diferente intensidad. En ocasiones se combina con el viento para dificultarnos el avance y hacernos plantear si paramos de pedalear por hoy. Al final es una subida pronunciada la que nos hace decidir por una zona plana a la orilla del Río Bravo, justo donde se le une el Río Resbalón como camping para esta noche.

 

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28 de Marzo de 2011: Del Río Resbalón a Caleta Tortel

Ya hace horas que llueve sin parar y no encontramos el momento de salir de la tienda. La carretera hacia el Norte acaba en el Fiordo Mitchel, donde una barcaza del gobierno cruza vehículos y pasajeros gratuitamente cuatro veces al día. Queremos cruzar en la de la 1, pues la siguiente es a las 4 y nos impediría llegar a Caleta Tortel antes del anochecer. El problema es que aún estamos a 40 km del puerto y no cesa de llover. Hacia las 9 no nos queda más remedio que ponernos en marcha, así que recogemos todo tan rápido como podemos y empezamos a pedalear.

Vamos cubiertos de cabeza a pies con ropa impermeable, pero todo tiene un límite. Lo primero en calar son los guantes, después las polainas y las botas seguido por los pantalones y la chaqueta de gore-tex. Sólo hace falta venir a la carretera Austral para comprobar que el gore-tex es un timo. No sé si vamos mojados por la lluvia o por el sudor, pero a efectos prácticos es lo mismo.

Aún con la reducida visibilidad que la lluvia permite, las vistas desde la carretera son increíbles. Decenas de cascadas bajan por cada ladera, algunas de ellas realmente caudalosas. Otras llegan hasta la carretera y pasan por las canalizaciones con un ruido ensordecedor. Viendo la cantidad de agua que fluye, no nos sorprende ver restos de avalanchas de tierra en los tramos en que cambiamos de valle y necesariamente nos acercamos a las faldas montañosas. Al cabo de un par de días, la carretera quedará cortada por unos días debido a una riada, dejando Villa O’Higgins incomunicada por tierra.

Recorremos los 41 km que nos separan de puerto en unas 3 horas y media. Hubiéramos tardado un poco menos si las vacas nos hubieran dejado. En la última parte de la carretera, antes de llegar al fiordo, una vegetación exuberante ha sustituido el mallín. De vez en cuando nos encontramos unas cuantas vacas paciendo en los estrechos márgenes que separan la grava de la pared de árboles, arbustos y bambú. Las pobres se espantan al oírnos y salen despavoridas hacia adelante. La situación es la siguiente. Nuestro ferry sale en media hora y nos quedan unos pocos km para llegar al puerto, de manera que no podemos aflojar la marcha, pero las vacas son más lentas que nosotros corriendo y no tienen espacio en los laterales para apartarse. Y si lo tienen, son tan torpes que se los pasan de largo. Así que ya nos ves persiguiéndolas sin intención mientras ellas van mirando atrás cada poco para descubrir que aún estamos ahí. Se espantan de nuevo, aceleran momentáneamente y se cambian al otro lado de la pista. Desde atrás las vamos increpando como si fuéramos cowboys de película para que sigan corriendo hasta algún claro en la vegetación o para que se bajen al margen de la carretera. A veces se paran por cansancio y parece que van a plantarnos cara, haciéndonos reducir la velocidad e incluso parar. Finalmente, les llega un momento de desesperación y en un arrebato de valor se lanzan a la cuneta para acabar la interminable persecución. Liberados del atasco, aceleramos hasta nuestra velocidad de crucero mientras alguna de ellas nos muge desde atrás como uno haría sonar la bocina al típico conductor impaciente que adelanta en curva sin visibilidad.

Por fin llegamos al puerto con unos 15 minutos de antelación, tiempo suficiente para comernos unos bocatas de queso y unas galletas en el refugio junto a la rampa del ferry. Aprovechamos también para escurrir los guantes y sacudir el resto de impermeables. A los pocos minutos llega el microbús que esta mañana ha salido de Villa O’Higgins. En él van todos los turistas con los que cruzamos desde Candelario Mancilla, además de Paqui y algunos locales. Entre todos lo llenan completamente, así que aunque hubiéramos querido cogerlo para no seguir pedaleando bajo la lluvia, no es posible.

Cuando llegamos a puerto Yungay, al otro lado del fiordo, nos dirigimos a toda velocidad al chiringuito del puerto para tomarnos un café y un chocolate bien calientes. Durante el trayecto en el barco habíamos decidido quedarnos a dormir en una edificación medio derruida cerca del puerto que otros ciclistas nos indicaron días atrás. Al cabo de un par de horas en el bar, nuestros cuerpos han recuperado los 36.5 grados y visto el poco atractivo de Puerto Yungay, nos ponemos a pedalear de nuevo bajo la lluvia. Sólo nos quedan 43 km más hasta Caleta Tortel, la población más cercana.

Las pendientes desde el puerto para salir del valle del fiordo son una agonía, pero una vez llegados a la zona alta, el terreno se allana. Es en esta zona donde más disfrutamos de las vistas. Entre las nubes y la cortina de agua se adivina una orografía salvaje donde el agua no tiene más remedio que dar saltos al vacío para llegar hasta el valle desde los glaciares en las cumbres. Durante algunos kilómetros recorremos una especie de montaña rusa donde los ingenieros de caminos hicieron lo que pudieron por negociar el terreno. Finalmente nos encontramos la bajada que nos lleva al desvío hacia Caleta Tortel. En este punto tenemos los dedos entumecidos por el frío y estamos a punto de acampar al lado de la excavadora junto a la intersección. La señal indica 22 km a Tortel y en un alarde de gallardía decidimos seguir pedaleando con la esperanza de llegar a un hospedaje con ducha caliente antes de que oscurezca.

Aunque el terreno es llano y en bastante buenas condiciones, al pasar los kilómetros nos damos cuenta de que no vamos a llegar a tiempo. Sin embargo, nuestra resistencia va a tener su recompensa. Cuando estamos a 13 km de Tortel, nos adelanta un camión pequeño de remolque descubierto. Es nuestra oportunidad de oro. Mientras mantenemos el equilibrio con una mano en el manillar, agitamos la otra furiosamente para llamar la atención del conductor por el retrovisor. Desafortunadamente las luces de freno no se encienden… ¡Por lo menos hasta después de la siguiente curva! Héctor y su copiloto nos ayudan a subir las bicis al remolque. Cuando le preguntamos cómo las sujetamos a la barandilla nos responden con toda obviedad que nosotros las sujetaremos. ¡No nos habíamos dado cuenta de que en la cabina no caben más que ellos! Creo que casi hubiéramos preferido terminar el recorrido en bici que en camión. Con una mano nos agarramos a la barandilla mientras con la otra intentamos mantener las bicis verticales. Como la cabina es pequeña, no nos protege de la lluvia, que ahora se nos acerca a 40 km/h y nos obliga a agachar la cabeza sin poder ver las curvas o baches del camino. Voy viendo cómo el pedal de Judit se mete entre los radios de mi rueda delantera, la que lleva la dinamo. Estoy viendo que en cualquiera de los socavones se nos rompen un par de esos radios de longitud especial. A gritos nos sincronizamos para recolocarlas en una posición menos comprometida. Finalmente un frenazo nos indica que hemos llegado. Por suerte Judit había apartado su pierna del plato de mi bici. De otra manera ahora tendría unos cuantos dientes doblados…

Resulta que Héctor tiene un hospedaje así que nos evitamos el tiempo que hubiéramos perdido buscando uno. Esto aunque pueda parecer trivial, es una tarea compleja en Caleta Tortel, como veréis en el relato de mañana. Al cabo de una hora y después de una ducha hirviendo, estamos felizmente engullendo una pichanga que Iris, la mujer de Héctor, nos ha preparado. Los 4 marineros en la mesa de al lado no se han acabado la suya y estoy tentado de pedirles que nos la den, pero el pudor puede conmigo y espero a retirarnos a la habitación para comerme alguno de los panecillos que llevamos abundantemente relleno de dulce de leche. Podríamos haber pedido más comida a Iris, pero resulta que tenemos ciertos problemillas económicos. Ni en Villa O’Higgins ni en Tortel hay cajeros automáticos así que tenemos que hacer durar los pesos chilenos que llevamos hasta Cochrane, la primera población con banco. En resumidas cuentas, un día duro pasado por agua pero con final feliz.

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29 de Marzo de 2011: De Caleta Tortel a Cochrane

Pasarelas de Caleta TortelCaleta Tortel es una población de unos 500 habitantes catalogada como monumento nacional, localizada en un rincón protegido al fondo de un fiordol. La característica que la distingue es que sus viviendas están conectadas mediante una red caótica de pasarelas y escaleras de madera sobreelevadas. Incluso la mayoría de las casas están construidas sobre una plataforma a cierta distancia del suelo. Una de las pasarelas más frecuentada es la que bordea la costa de la cala. Originariamente, o sea, hace tan sólo 60 años, la fuente principal de ingresos para el pueblo era la extracción de madera de ciprés de los bosques vecinos. Hoy en día, el turismo es la principal actividad económica del pueblo, pero la actividad maderera todavía está vigente. Curiosamente, unas pocas veces al año, un barco de la armada de Chile se encarga del transporte de la madera a clientes de otras localidades como Punta Arenas o Puerto Natales.

 

Escultura de los indios AlacalufesLa mejor manera de visitar Tortel es perderse por el laberinto. Sin darnos cuenta y sin saber cómo aparecemos en la Plaza de Armas, junto al puerto. La plaza tiene varias pasarelas que la conectan con diferentes zonas del pueblo, al igual que las calles de las poblaciones convencionales. A lo largo de nuestro paseo encontramos varias glorietas de gran tamaño que usamos para protegernos de la lluvia momentáneamente. A pesar de ella, deambular por Tortel es muy agradable, pues evidentemente no hay ningún tipo de tráfico rodado, solo peatones. Así lo quieren mantener sus habitantes, que incluso se resisten a que se asfalte la carretera de llegada al pueblo. Ni siquiera tienen líneas de teléfono personales. Los carabineros o la municipalidad se encargan de recoger recados entrantes y avisar a sus destinatarios en el transcurso de los próximos días.

Hemos decidido que en lugar de pedalear los 120 km hasta Cochrane, cogeremos el autobús que hoy sale de la zona de parking habilitada a la entrada del pueblo. Ayer ya tuvimos suficiente lluvia. Cuando nos dirigimos de camino a nuestro hospedaje para preparar las alforjas e irnos hacia el bus, nos encontramos a Paqui que ha venido en el bus desde Cochrane para visitar el pueblo. Afortunadamente, el bus no va lleno y podemos cargar las bicis en el maletero tras la última fila de asientos. Se trata de un microbús, en el que cada palmo cuadrado se aprovecha para meter un pasajero. A la izquierda hay dos filas de asientos, separadas por el pasillo de una única fila a la derecha. Una vez éstas están ocupadas, desde el asiento de la fila central se despliega una cuarta fila que ocupa el pasillo y que debe llenarse de atrás a adelante.

Pasarelas de Caleta TortelJusto cuando estamos cargando las bicis y los bultos, el sol está luciendo y nos asalta un sentimiento de rabia y remordimiento a la vez, pero estamos seguros que sólo es una trampa del clima para que cambiemos de idea y machacarnos otra vez como ayer. Ya nos conocemos el truco, así que esta vez jugamos conservadores y nos montamos en el bus. Una vez pasada la zona que ya recorrimos en bici ayer para llegar, el paisaje decae en espectacularidad, lo cual nos alivia un poco el remordimiento. A lo largo del camino recogemos a pobladores de la zona que esperan el bus en la carretera. Bordeando lagos, cruzando mallines y esquivando las cascadas que caen con furia al borde de la pista, nos plantamos en Cochrane hacia las 6 de la tarde. Una vez allí nos dirigimos al hospedaje que tenemos reservado para mañana. Está vacío pues es final de temporada y la enérgica anciana que lo regenta no tiene ningún problema en que hayamos llegado un día antes de lo previsto.

Todo en este hostal recuerda a la casa de nuestra abuela: manteles de ganchillo sobre la mesa, cortinas de volantes y estufa de butano. El adhesivo transparente de “Garantía por 3 años” pegada en la pantalla del televisor cuando la compras, todavía está ahí, como cuando los pijos de hace 15 años se dejaban la pegatina de la marca de las gafas en el cristal. La dueña nos ha estado guardando las cajas que nos autoenviamos semanas atrás con objetos que necesitamos de vez en cuando, que necesitaremos más adelante en el viaje y otros que probablemente nunca usaremos.

Una vez recuperadas las cajas, nos metemos en la habitación que se convierte a la vez en salón de peluquería para Judit y lavandería para mí, en medio de un caos demencial. Si la pobre señora viera cómo tenemos la habitación, creo que le da un infarto. Nuestras toallas todavía húmedas cuelgan de la barra de las cortinas; una cama parece un mostrador de cachivaches electrónicos deshumedeciéndose como el de un vendedor de top manta preparado para echar a correr; en la otra se apila el contenido de las cajas en diferentes montones: para tirar, para enviar a casa, para reenviárnoslo y la de no decidido. Ah, por supuesto, de la madera a los pies de la cama cuelga una colección de calcetines, calzoncillos y bragas en frente de la estufa. Por lo menos ahora ya están limpios.

La noche termina con una cena estupenda en el Restaurande de Ada, una recomendación de nuestra casera. Previamente hemos fracasado en el intento de extraer dinero del único cajero de Cochrane para resolver nuestros problemas de efectivo. Mañana habrá que consultar con el personal del banco.

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30 de Marzo de 2011: De Cochrane a la Reserva Nacional Tamango

El desayuno en nuestro hospedaje sigue la línea de la abuela. Al pan con mermelada le acompaña unos bizcochos crujientes rellenos de vainilla y un nescafé para Judit. A mí me toca la leche en polvo con sabor a fresa que probablemente tiene reservada para cuando la nieta la visita. Saciado el apetito matutino no dirigimos al banco para sacar dinero en ventanilla. Resulta que este banco, el único del pueblo no tiene convenio con VISA, así que no tenemos modo de obtener efectivo. Desesperados, nos vamos hacia el restaurante de anoche para ver si podemos obtener dinero a base de pagarles una cuenta ficticia con tarjeta. Mientras esperamos a que llegue la dueña,  nos encontramos con Miguel, un asturiano que también anda en bici por Patagonia. Hemos seguido una ruta muy parecida, pero sin llegar a coincidir excepto en Villa O’Higgins. Nos contamos nuestras respectivas aventuras y le explicamos la situación en la que nos encontramos. Miguel se ofrece inmediatamente a prestarnos dinero usando su tarjeta MasterCard, salvándonos del apuro. ¡Mil gracias, Miguel!

Durante la espera frente al restaurante, hemos aprovechado el tiempo para crearnos otro problema. Apretando los tornillos que se han aflojado en lo que llevamos de viaje, me paso de fuerza y rompo el que sujeta el portaequipajes al cuadro en la bici de Judit. Suelto unos cuantos tacos cuando me doy cuenta que el tornillo ha quedado raso en el orificio roscado del cuadro y no hay forma de sacarlo. Después de un par de intentos encontramos un taller mecánico con herramientas para la reparación. El chico primero lo intenta soldando una tuerca al cuerpo del tornillo con la intención de sacarlo sin dañar el cuadro, pero tras un par de intentos, acabamos taladrándolo y sustituyéndolo por un tornillo pasante con tuerca al otro lado. Por suerte es en el lado contrario a los piñones, donde hay amplio espacio para la tuerca.

Reparada la bici y con el bolsillo lleno, ya sólo nos queda enviar paquetes a diferentes puntos del mundo para aligerar peso. La oficina de correos está en casa de una vecina que también se encarga de las reservas de los buses que van a Chile Chico, próximo destino de nuestra caja. Sin embargo, no se pueden enviar paquetes internacionales de más de medio kilo, de marera que los mapas y DVDs que íbamos a enviar a nuestros padres también se van a Chile Chico, a ver si allí aceptan envíos más pesados. Finalmente compramos comida y nos vamos hacia la Reserva Nacional Tamango, tan solo a 5 km de Cochrane. El principal atractivo de esta reserva es la gran concentración de huemules, especie de ciervo endémico de los bosques lluviosos de Patagonia en peligro de extinción. De momento lo más parecido a un huemul que vemos son los cráneos que el guardaparques tiene en su caseta para educar a los visitantes. Ya empieza a llover otra vez, así que salimos corriendo de su refugio para montar la tienda y meternos dentro. Un día lleno de tropezones pero gracias a la buena gente los hemos superado.

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31 de Marzo de 2011: De la R. N. Tamango a la Estancia Valle Chacabuco

HuemulCuando sale el sol todavía llueve, pero sobre las 9 para y salimos a la búsqueda de huemules. Sin embargo, debido a las hierbas altas, llevamos los pies mojados por quinto día consecutivo. Al cabo de unos 4 km y en la zona donde el guardaparques nos dijo que había posibilidades de avistamiento, vemos una hembra al otro lado del arroyo. Lleva un ostentoso collar con el número 88, lo cual no da el aspecto de ejemplar salvaje. Al cabo de unos minutos vemos una segunda hembra un poco más arriba, pero no es hasta que nos acercamos a ellas que descubrimos un macho echado en el suelo que todavía estaba más cerca de nosotros que las hembras. El camuflaje es perfecto y si están estáticos es realmente difícil distinguirlos de la vegetación. Nos acercamos para tomar fotos más de cerca y sorprendentemente no parecen molestos, incluso cuando estamos a tan sólo 10 metros. Entonces el macho se levanta y lentamente asciende por la pendiente unos metros para echarse otra vez. Una de las hembras incluso deja que nos acerquemos a 4 metros sin inmutarse. Hemos tenido suerte, pues según el guardaparques, últimamente los avistamientos son menos frecuentes debido a que un puma que se ha instalado en el área ha dispersado los grupos de huemules.

HuemulRegresamos a Cochrane para tomar el camino que nos llevará hacia el valle Chacabuco, pero no podemos reprimirnos y nos quedamos a comer en el restaurante de Ada. Saciados, cargamos de comida en el supermercado y nos ponemos en marcha. Cada día que pasa se hace más evidente que el otoño ha llegado. Las hojas de los álamos pasan de verde a amarillas. En las cotas altas, las lengas se tiñen de rojo, justo por debajo de la línea de nieve. El frío se deja notar sobre todo en las bajadas y por la noche, en que baja a 3 grados.

 

 

Valle ChacabucoEl paisaje ha cambiado radicalmente, pasando de los bosques húmedos de más al sur a vegetación baja con amplias zonas pobladas sólo por hierbas. Cuando nos adentramos en el valle Chacabuco vuelve a cambiar. Ahora estamos en una zona esteparia donde los árboles están aislados o formando pequeños grupos. Justo al superar la cuesta inicial tenemos una amplia vista de la meseta por la que la pista en excelentes condiciones ondula. Los grupos de guanacos son cada vez más numerosos a medida que nos adentramos en el valle, llegando a ser espectacularmente abundantes. Por un momento, tenemos la sensación que nos observan desde cualquiera de las cresta de las lomas que nos rodean y, la mayoría de las veces, es literalmente cierto. Están acostumbrados al tránsito rodado y no se espantan de las bicis. Una distancia de unos 10 metros es suficiente para que se sientan seguros. Podemos observar que casi siempre uno de ellos se queda más cerca de nosotros, mientras el grupo con los pequeños se retira unos metros más lejos.

Valle ChacabucoA la llegada a la estancia vemos una gran actividad, especialmente en la construcción de varias edificaciones. Nosotros nos instalamos en el área de acampada, vigilada por un par de  manadas de guanacos, y tan pronto como el sol se pone tras las nubes que coronan la cordillera, nos refugiamos del frío en la tienda. Cuando oscurece, se oyen los rebuznos de un asno, mucho menos excitante que el rugir de un puma, pero por unos segundos nos acelera el pulso.

 

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1 de Abril de 2011: Visita al Valle Chacabuco

Flamencos

Para variar, de buena mañana el cielo está limpio de nubes. Perfecto para seguir explorando el valle en dirección a la frontera con Argentina. Después de tantos días de lluvia y barro las bicis necesitan una limpieza a fondo y un buen engrase, así que nos quedaremos otro día en el camping y haremos el recorrido sin paquetes.

Acampados en el Valle ChacabucoExiste un proyecto de convertir todo el valle y alrededores en un parque nacional. Todo este terreno ha sido adquirido por Kris Tompkins (bajo la organización Conservación Patagónica) y gracias a donaciones y el trabajo de voluntarios se está preparando para su apertura oficial en un par de temporadas más. Cuando pasamos por delante de las instalaciones, nos cruzamos con Kris y Doug y aunque sospechamos que puedan ser ellos, sería demasiada casualidad que estuvieran en el futuro parque. Más tarde los trabajadores nos confirman que sí son ellos. Incluso hay un proyecto aún más ambicioso de unir este parque con la Reserva Tamango al sur y la Reserva Jeinimeni al Norte.

Guanacos en el Valle ChacabucoNuestro objetivo de hoy es llegar a la Laguna Seca donde hasta hace poco se han visto flamencos y quizás seguir un poco más allá hasta algún punto alto donde se pueda apreciar el valle que se dirige hacia Argentina. Hace dos días los expertos en fauna del parque tuvieron la increíble suerte de avistar a un puma alimentándose del guanaco que acababa de cazar. Nosotros tenemos que contentarnos con un par de zorros y centenares de guanacos, a los cuales ya casi ni les prestamos atención. Casi nos pasamos de largo la Laguna Seca. Hemos bordeado ya varias y además no está seca. Desde la pista se pueden distinguir unos puntitos en el agua que parecen ser flamencos. Abandonamos las bicis tras unos matorrales y nos acercamos a la orilla. Efectivamente, a unos 80 metros de la orilla hay una bandada de unos 25 flamencos, pero demasiado lejos para observar cualquier detalle. Además, parece que se sienten amenazados pues levantan el vuelo para posarse nuevamente más en el centro de la laguna y lejos de nosotros.

Guanacos en el Valle ChacabucoAvanzamos unos kilómetros más por la pista hasta un punto donde claramente desciende hacia un nuevo valle. En ese punto nos encaramamos a un cerro para tener una buena vista y nos regresamos a la estancia.

Mientras hacemos mantenimiento de las bicis, una manada de guanacos pace tranquilamente en el mismo prado donde estamos acampando. El sol empieza a bajar y los colores rojos de los árboles caducos resaltan sobre los ocres de la pradera. El valle se prepara para otra noche fría de otoño.

 

 

 

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2 de Abril de 2011: De la Estancia Chacabuco a Puerto Bertrand

Amanecer en el Valle Chacabuco

El camino de vuelta hasta la Carretera Austral discurre sin novedades. Una vez en ella baja precipitadamente para cruzar el Río Chacabuco y ya se sabe, todo lo que baja... tiene que subir. Al otro lado del Puente, la Carretera Austral remonta el Río Baker, el más caudaloso de Chile. En este tramo el río se encajona y la pista tiene que seguir una orografía complicada. Durante el trayecto nos llueve, pero sólo por una hora. Para cuando llegamos a la confluencia del Baker con el Río Neff, ya estamos secos de nuevo. A partir de aquí, el terreno sigue ondulando pero con desniveles suaves. Vamos constantemente a la orilla del Baker y podemos disfrutar de sus aguas turquesas que contrastan con las hojas amarillentas de los álamos en su rivera.

Río BakerLlegados a Puerto Bertrand, recorremos el pueblito en menos de 5 minutos y nos vamos para el Campo Baker a acampar. Esteban, el responsable, nos sugiere acampar dentro del quincho. El quincho es un recinto cubierto que se utiliza para los asados, pero en este camping ya no se usa para tal efecto. A continuación nos damos una ducha en una de las cabañas, pues no hay baños propiamente para los que acampan. La cabaña es muy acogedora y como estamos fuera de temporada alta, nos hacen un descuento que no podemos rechazar. Recogemos la tienda del quincho y nos trasladamos a la cabaña. Antes de que se ponga el sol tiro la caña en el Lago Bertrand, pero una vez más, las truchas siguen coleando en el lago. Y eso que esta vez incluso he conseguido unas lombrices hurgando por debajo de las piedras. Por lo menos la puesta desde el espigón es bonita. Mientras el valle se oscurece en las sombras, los picos nevados que rodean el lago siguen brillando y las pocas nubes que quedan en el cielo se tornan amarillentas y rosadas.

Judit se ha quedado en la cabaña de Esteban charlando con su mujer. Acaba de volver de recoger frutos de rosa mosqueta, con la que preparará mermelada. Al cabo de un rato viene a ver cómo se me da hoy la pesca. Después de animarme durante un rato en mi tarea de proveedor de alimento para la familia, decide hacer algo más práctico y se va al almacén del pueblo a comprar una botella de vino. De regreso en la cabaña, encendemos la estufa de leña y nos preparamos la cena.

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3 de Abril de 2011: De Puerto Bertrand a Mallín Grande

Después de la lluvia de ayer, el cambio de piñones de Judit va tan duro que tiene que usar la palma de la mano para actuarlo. El cable está supertenso y no sería de extrañar que se partiera. Así que retrasamos la salida de hoy para echarle un vistazo. Una simple limpieza y engrasado del cable y sus fundas resuelve el problema por completo.

BandurriasEl paisaje ha vuelto a cambiar comparado con el del Valle Chacabuco. Es impresionante cómo, habiéndonos desplazado tan sólo 50 km al Oeste, ha desaparecido la aridez de la pampa para dar lugar a multitud de lagos y ríos. Tampoco vemos los bosques lluviosos de hace unos días. Hoy gozamos de un día soleado y nuestro recorrido rodea primero un corto tramo del Lago Bertrand, luego el Negro para conectar en seguida con el General Carrera, cuya orilla seguiremos durante más de 100 km en los próximos dos días. La vista desde el mirador del Lago Negro es espectacular. Parece increíble que su agua sea tan oscura comparada con el turquesa del General Carrera.

Al llegar al cruce de El Maitén, tomamos la pista de la derecha hacia Chile Chico. Hacia la izquierda se va a Coyhaique y es por donde continúa la Carretera Austral. Cuando estuvimos aquí hace años ya la recorrimos así que esta vez nos vamos a una zona desconocida para nosotros. Además, todos dices que Chile Chico tiene un microclima muy seco y cálido…

Judit saliendo de BertrandDespués de una subida brutal, comienza el rompepiernas de la pista que bordea el General Carrera. Van pasando los kilómetros y atrás va quedando la cordillera. El día sigue soleado, incluso notamos ese calor tan agradable cuando el sol calienta la piel a través de la ropa oscura. Al llegar a Puerto Guadal, empieza a notarse una brisa, que va incrementándose ligeramente. Tal como esperábamos, esta vez nos viene por la espalda, pues estamos pedaleando hacia el Este. El terreno en cambio se deteriora cada vez más. La calamina cada vez está más impracticable. La calamina (o serrucho en Argentina) consiste en esas ondulaciones de unos 5 cm de profundidad en la pista de tierra perpendiculares a la dirección de circulación y con una separación entre ellas de unos 40 cm. Su efecto cuando viajas en coche es un molesto repiqueteo de los amortiguadores. Cuando viajas en bicicleta te rebota todo el esqueleto y te come la moral. Empieza por el trasero; al cabo de unos kilómetros ya no sabes cómo sentarte. Sigue por las manos que se te adormecen al cargar más peso sobre ellas para relajar las posaderas. Y acaba con el trequeteo del cerebro. Yo creo que el cuerpo se rebela y te desmoraliza para que des por finalizada la jornada y se acabe el martirio. Lo que más me saca de quicio son los repetitivos golpes de las alforjas contra el portapaquetes. Me da la impresión de que en cualquier momento se desmonta. De hecho, el GPS hace rato que vibra y tenemos que parar para apretar el tornillo del soporte. Otro efecto que me pone de los nervios es el tembleque del casco que debido a los temblores se desplaza hacia adelante y acaba apoyándose sobre las gafas y por tanto retrasmitiendo las vibraciones a la nariz. En resumen, una paliza para el cuerpo y  una prueba para la fuerza de voluntad para seguir pedaleando.

Lago Negro y General Carrera al fondo

Paramos a comer y descansar un rato y el cuerpo me pide energía así que ante la estupefacción de Judit me como casi todo el pan que llevamos en un santiamén. Aún nos quedan unos 20 km hasta Mallín Grande, la siguiente población, fin de la etapa de hoy y se van a hacer muy duros. Al llegar saqueamos el almacén de provisiones y cargados con todo tipo de manjares huimos hacia el embarcadero a orillas del General Carrera que todavía se encuentra a 5 km más allá. El embarcadero es zona pública, como toda la orilla del lago, pero se accede a través de una propiedad privada. Al pasar la cerca, pedimos permiso para acampar a Héctor, el chico que se encarga de cuidar el Lodge. Nos invita a pasar a su cabaña para tomar algo y después de charlar con él un rato nos acompaña al embarcadero donde nos sugiere que durmamos en el interior de una de las casetas. Ya son casi las 8 y el viento sopla con fuerza así que sin dudarlo un instante, montamos la tienda en la habitación vacía de una de ellas. El festín de galletas y la ensalada descomunal que nos preparamos sirve para resarcirnos de los maltratos del camino de hoy.

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4 de Abril de 2011: De Mallín Grande a Chile Chico

Lago General Carrera

Según Héctor, el terreno desde aquí a Chile Chico es mejor que el que pasamos ayer. Afortunadamente tiene razón, pues de otra manera no creo que hubiera aguantado los 77 km que nos esperan hoy. Aunque bordear un lago parece que debiera tener muy poco desnivel, el General Carrera tiene sectores con acantilados que llegan a la misma orilla. En éstos, la pista se encarama arriba y abajo sin parar. Además, especialmente en dos de ellos está cubierta por piedras del tamaño de una pelota de tenis que dificultan las subidas y hacen las bajadas impracticables. Por suerte, el viento ya está soplando y no empuja pendiente arriba. Cuando descendemos, los discos de freno se recalientan al tener que luchar contra él y la gravedad. Superado ese sector, la pista se transforma en una superficie lisa y compacta de manera gratamente sorprendente. Quizás sea la existencia de minas en este área que hace que sea mantenida en buen estado. Después de lo que acabamos de pasar, es una gozada lanzarse a 60 km/h pista abajo.

Laguna Verde

La zona Chile Chico es conocida por las minas de oro y plata. Aunque no somos geólogos, se nota una variedad mineral inusual al ver los distintos colores de la tierra, sobre todo en los cerros sin vegetación. El ejemplo más evidente es en la Laguna Verde. Desde su mirador en la carretera, se ve la explotación minera a un lado, pero al otro se aprecia la laguna de un color turquesa-verdoso. Las orillas están salpicadas de diferentes tonalidades como verdes, grises y blancos.

Seguimos avanzando a buen ritmo ayudados por el viento y el buen terreno. José Luis no tiene tanta suerte. El viene en sentido contrario y aparte de todo el peso que acarrea, le toca luchar contra el viento. Él es de San Sebastián y cruzó a Argentina por el Valle Chacabuco unos días antes de que nosotros lo visitáramos. Ahora reentra en Chile por Chile Chico para dirigirse a Coyhaique. Intercambiamos información de lugares y rutas durante un rato y nos despedimos. Ya no nos queda mucho para la bajada hacia Chile Chico que nos ha prometido.
Efectivamente, unos 5 km antes de la población, la pista empieza a perder altura progresivamente, casi sin ninguna subida. Lo que ayer parecía imposible, ha acabado siendo realidad: hemos llegado a Chile Chico tal como habíamos planeado.

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5 de Abril de 2011: De Chile Chico a Perito Moreno

Afueras de Chile Chico

En Chile Chico tenemos que resolver algunos trámites como recoger la caja que nos autoenviamos desde Cochrane. Pesa unos 10 kg y contiene material que no usaremos hasta más adelante en el viaje. Es una manera de aligerar peso, pero se convierte en un problema cada vez que tenemos que cruzar la frontera. Los buses no transportan encomiendas de un país al otro si no las llevas personalmente y cruzas con ellas la frontera. La única manera de enviarlas es por correo y eso significa que van del origen a Santiago de Chile, de ahí a Buenos Aires y finalmente al destino. Sí, incluso si el destino está a 200 km del origen. En este caso hemos decidido que la cargaremos en las bicis para cruzar de Chile Chico a Perito Moreno dónde cogeremos un bus para desplazarnos hasta Bariloche.

Cèsar cargando la CAJACon la caja cargada en mi bici y las alforjas de Judit a tope, nos ponemos en camino hacia la aduana. Una estupenda noticia que hemos tenido es que el camino hasta Perito Moreno ¡está asfaltado por completo¡ Tras los trámites aduaneros y cruzar el pueblo de Los Antiguos, ya en Argentina, nos proponemos llegar a Perito Moreno hoy para tomar el bus que sale mañana. Se trata otra vez de una jornada larga, pero el viento sigue ayudándonos.
Ahora bordeamos el Lago Buenos Aires, que es el mismo que ayer, pero como estamos al otro lado de la frontera… El paisaje cada vez es más árido, el aire más seco e incluso hace calor. Sin mucho que ver en la pampa argentina, nos marcamos un ritmo fuerte y nos plantamos en Perito Moreno a media tarde, con tiempo de organizarnos para tomar el bus hacia San Carlos de Bariloche mañana a las 8. Sólo son 13 horas y 900 km en la famosa Ruta 40.

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